#mamiconcilia / Blog / educación

Al niño no le pasa nada, le pasa a la madre

Éste es un post muy personal que, sinceramente,  me cuesta escribir pero que también necesito. Siento que mi experiencia como madre tiene que servirle a alguien más.

Pienso que las cosas tienen que cambiar, que nosotros debemos hacerlas cambiar.

Tengo dos hijos, uno de ocho años y otro que acaba de cumplir los cinco.

El pequeño se pasó literalmente llorando sus primeros dos años de vida, según la pediatra no le pasaba nada, sólo que tenía el intestino inmaduro lo que le provocada pesadas digestiones.

Paralelo a los llantos empezamos a observar que su desarrollo era un tanto lento en todo, pero en especial en el lenguaje.

Su pediatra insistía en que no pasaba nada, pero yo no me conformaba y seguía consultando.

El resultado de esas consultas fue el siguiente diagnóstico: al niño no le pasa nada, le pasa a la madre.

Si el niño llora y si el niño no habla, es obviamente culpa de la madre. Lo tenían claro todos, hasta mi entorno más próximo se empezó a inclinar por esa opción. Está claro, cuando no sabemos qué pasa, lo más fácil es negar la mayor: no pasa nada. Y si alguien sigue emeñado en que sí,  el problema es ese alguien.

Así las cosas, lo que había que hacer era cambiar el tipo de crianza que yo llevaba. ¡Ya estaba bien de darle el pecho y de estar en casa sin ir a la guardería! Tenía que ir para poder “soltarse con el habla”.

Aunque yo estaba convencida de que las guarderías no son necesarias (excepto para las familias que lo necesitan por cuestiones laborales) lo apunté como quien se agarra a un clavo ardiendo.

Pero antes de empezar las clases me pasé por una médico digestivo de pago que me dio el diagnóstico de sus llantos diarios: intolerancia a la lactosa.

Sí, como suena: una simple, llana y super común intolerancia a la lactosa tuvo a mi hijo con dolores diarios desde el día de su nacimiento hasta bien entrados los  dos años.

En Andalucía, donde vivimos,  los pediatras y médicos de cabecera tienen supeditado su sueldo a no superar un determinado número de derivaciones al especialista. Estas medidas, que se toman en los despachos, afectan a gente real, en este caso, a niños con dolor y a padres angustiados.

Al cambiarle la dieta empezó a florecer un niño nuevo, mucho más despierto y alegre.

En esas circunstancias empezaron las clases y pasó lo que tenía que pasar. Fue empezar a dejarlo en la puerta de un sitio donde había otros 14 bebés más llorando e ir para atrás. Ya no sólo hablaba poco sino que nada, ni una sola palabra en semanas.

Me debatí conmigo misma, sabía que me iban a tildar de ser la típica “madre blanda” que no es capaz de superar el período de adaptación, pero lo siento ¡ya estaba cansada de seguir malos consejos y de hacer todo lo contrario a lo que creo!

Me decidí, no me iba a conformar. Lo quité de la guarde y empecé a investigar si existía otro tipo de escuela en donde los padres pudiéramos acompañar a los niños, donde se les tratara más individualmente, donde tuvieran más libertad de movimientos, donde pudieran elegir las actividades, donde realmente se respetaran sus circunstancias personales,  y sí, la hay, se llama escuela activa. Hablé de mi experiencia con ese tipo de educación en otro post: Pedagogía activa para dummies.

Un cole terapéutico

Recién cumplidos los tres años, mi hijo entró en ese nuevo cole Myland. La experiencia fue inversamente proporcional a la anterior en la de la guardería. Puede acompañarlo hasta que se sintió seguro en el espacio e identificó a su maestro (Rubén: nunca te lo agradeceré suficiente) como figura de apego.

Se le ofreció un lugar y un material adecuado, para ir adquiriendo las capacidades que la neurología nos dice que tienen a esa edad.

En este tipo de colegios se introducen los descubrimientos en neurociencia a la práctica pedagógica. Aunque esto puede parecer bastante obvio, no es lo habitual.

En nuestro país la educación va por un sitio y la ciencia por otro ¿Por qué? ¿Porque somos unos brutos, unos ignorantes? No, por dinero. Son otras de esas decisiones que se toman en los despachos y que afectan a la gente real.

Las empresas quieren que los adultos trabajen muchas horas y que cobren poco dinero.

Los niños necesitan consolidar su autoestima por medio del contacto con su figura de apego, es decir,  sus padres. Y también necesitan desarrollar su cerebro antes de comenzar la lectoescritura, por eso los neurólogos recomiendan no empezar el proceso antes de los siete años (como hacen en Finlandia, primer país del mundo en competencia lectora de los niños).

Perfectamente pueden estar los niños sin leer ni escribir en las escuelas infantiles, haciendo otras muchísimas cosas pero ¿qué pasaría entonces?

Que los padres podrían empezar a sospechar que los niños sólo están en esas escuelas esperando a que ellos puedan atenderlos y esos padres pueden empezar a luchar por el derecho de su hijo a estar con sus padres y eso a la economía no le viene bien.

Así que, como los padres van a luchar por los derechos de sus hijos sí o sí, convenzámosles de que esos derechos son otros, que lo que sus hijos necesitan es leer y escribir cuanto antes, mejor. Algo que incluso es perjudicial para ellos.

Si yo me llego a haber conformado, mi hijo habría entrado en un cole donde le podrían un letrero:  “Dificultad en el habla”. Ese letrero haría que su maestra, o bien delegara su cuidado en los especialistas de educación especial, o bien lo atendiera escasamente, ya que los otros 24 niños marcarían el ritmo de clase.

Sin embargo mi hijo es hoy, a sus cinco años, un niño completamente normal, adquiere competencias lingüísticas a un ritmo asombroso y no sólo eso, si no que además ha empezado a… ¡escribir!  Copia las letras sin que nadie jamás le dijera que lo hiciera, sin haber visto una ficha en su vida.

Aunque en su cole, por sistema, no comienzan con la escritura a esa edad, como ha surgido de él y tiene interés, empezarán a ofrecerle material de escritura. Decidme ¿por qué no se puede hacer así en todos los colegios?

Al final, tenía razón su pediatra: no le pasaba nada a él, nos pasaba a los demás que juzgamos (“llora porque está consentido”,“no habla porque es vago”….) en lugar de observar, confiar y ayudar.

2 comentarios en «Al niño no le pasa nada, le pasa a la madre»

  1. Siempre lo digo: venid a Cataluña. Aquí la mayoría de los niños de P3 (en la pública, la concertada hay que mirarla con lupa) no saben lo que es una ficha y nadie pretende que aprendan a leer o escribir hasta que ellos lo piden. Otra cosa es el inglés, que no sé yo qué obsesión le ha dado a todo el mundo con esa lengua: como si nuestros padres no hubieran perdido años y años estudiando francés… para nada!
    De veras, cuando os oigo hablar de como andan las escuelas de Andalucía, Madrid… venid a Cataluña, por favor: somos más flexibles y divertidos de los que os cuenta la tele!

    Responder
  2. Me siento totalmente identificada con tu escrito.
    Aquí una mami de un niño de 2 años y 4 meses que sigue con el pecho y apenas habla. Tampoco va a la guardería.
    He llegado a este post buscando información sobre myland y de momento me has reafirmado en mi idea de ir a conocerlos y ojalá que en septiembre pueda decir que es alumno.
    Un saludo y gracias

    Responder

Deja un comentario