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Meridiano de Greenwich: las consecuencias de alinearnos

Este fin de semana cambiaremos nuestros relojes para acoplarlos al horario de invierno según rige una Directiva Europea desde 1981. Aprovechando este hito anual, la Comisión Nacional para la Racionalización de Horarios Españoles (ARHOE) ha organizado una jornada con expertos para reflexionar sobre las consecuencias del cambio horario al Meridiano de Greenwich, que persigue esta asociación desde su origen.

Explicación histórica

En 1884 se celebró en Washington la Conferencia Internacional del Meridiano donde se decidió que el meridiano de Greenwich se tomaría como referencia mundial para el tiempo. Costó más de un siglo llegar a este acuerdo pero fue solo el primer paso hacia la armonización de la situación.

El globo terráqueo se divide en 24 gajos de una hora cada uno. Antes cada ciudad tenía su hora local pero poco a poco cada país fue cogiendo una hora y adaptándose a la hora universal determinada por la posición del país con respecto al Meridiano de Greenwich.

Actualmente existen 39 zonas horarias en el mundo. Francia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, al igual que España, no están acoplados al huso horario que les corresponde según Greenwich. “España puede decidir su huso horario para volver a acoplarse al huso horario de Grenwich pero no puede renunciar al horario de verano, porque está regulado por una Directiva Europea”, explicaba Pere Planesas, astrónomo y doctor en físicas.

Consecuencias del cambio horario al Meridiano de Greenwich

José Luis Casero, presidente de ARHOE, inauguraba las jornadas sobre las consecuencias del cambio horario al meridiano de Greenwich aclarando que “no deja de ser un cambio en el reloj si no va acompañado de otras medidas de conciliación”. A lo que Ángel Largo, coordinador general de ARHOE, ha añadido que quieren que el meridiano sea la palanca para que haya otros cambios.

Y este ha sido uno de los grandes temas de debate:

¿Priorizamos volver al horario del Meridiano de Greenwich o el resto de cambios sociaoculturales que permitan conciliar?

Gonzalo Pin, especialista en sueño, explicaba que tenemos cinco relojes humanos: personal, familiar, laboral, lúdico y ambiental. Este último se rige por tres estímulos exteriores: luz/oscuridad, variaciones de temperatura entre día y noche y momentos de alimentación, que a día de hoy no están tan claros para nuestro cerebro porque existe la luz artificial y ahora también los dispositivos electrónicos que tienen la misma longitud de onda que la luz del sol y tienden a utilizarse por la noche enganchando al cerebro, que piensa que es de día; la temperatura puede estar regulada artificialmente y hemos introducido snacks entre las comidas principales. Todo esto hace que el 25% de la población tenga alteración de los ritmos circadianos. “El ser humano se acostumbra a todo, pero lo acabarán pagando nuestros nietos. Volver a Greenwich es hacernos amigos de nuestro ritmo biológico adaptándolos al ritmo solar”. Helena Thomas, del colegio oficial de psicólogos de Madrid, nos remitía a un ejemplo: “en verano es imposible que los niños se vayan a dormir pronto. Con el horario de Greenwich no pasaría”.

Pere Planesas proponía como solución que todo el país tenga la misma hora, igualar los horarios de puesta de sol, adoptando todos el horario de las Islas Canarias: “En España nos gusta disfrutar del sol por la tarde. No somos tan sensibles con la hora a la que amanece. Todos tendríamos las mismas horas de ocio. El telediario y el cierre de los colegios electorales irían acompasados en todo el territorio nacional”. Sin embargo apuntaba que habrá demasiada resistencia social al cambio de horario para volver al meridiano de Greenwich salvo que venga acompañado de otras medidas que faciliten la conciliación.

Javier Cantera, doctor en psicología y CEO del grupo BLC, hacía referencia a un estudio de la Universidad Andrés Bello de Chile sobre los cinco criterios para modelar el horario de un país: el turismo, el consumo de luz, los horarios de clases, la posición geográfica y el smart working. En su opinión este último criterio, el trabajo productivo, es el más importante. “El cambio horario no se puede hacer por criterios energéticos. O te cubres los pies o te cubres la cabeza. Lo importante es adaptar el horario de vida al horario solar. El debate de fondo es cómo cambia el concepto de trabajo, para que deje de regirse por horarios estrictos y presenciales”.

En esta misma línea, María Jiménez Pedraza, experta en prevención de riesgos laborales, lo tiene claro: “Lo que tiene que cambiar son los horarios de trabajo, flexibilizar la jornada laboral, pero esto no es tan fácil. Hay que cambiar muchas cosas, empezando por la formación de base, las escuelas, la Administración, encontrar nuevas fórmulas para el comercio…”.

Para Nuria Chinchilla, catedrática de IESE, lo importante es alinearse con el sol, como Gran Bretaña, Portugal e Irlanda, que están alineados geográficamente con España. “Madrugamos demasiado, dormimos 50 minutos menos de lo que dice la OMS, paramos a media mañana a desayunar, tardamos entre dos y tres horas en comer”. Sin embargo, Nuria Chinchilla insiste en que el cambio al horario de Greenwich es solo parte del problema. “Aunque se haga de noche a las 18:00, la gente sigue comprando a las 22:00”. La Iniciativa para la reforma horaria en Calatuña está tratando de identificar otras palancas del cambio entre las que se encuentran las empresas, la educación, la cultura y el prime time televisivo.

En resumen

Parece que todos los expertos coinciden en que volver al horario de Greenwich sería más saludable porque no alteraría nuestros ritmos circadianos y podría convertirse en la palanca para cambios mayores que apunten a unos horarios más racionales y mayores facilidades para conciliar, pero no es una relación causa efecto. De hecho, mientras volvemos o no al horario de Greenwich, que es algo que depende de decisiones políticas, no debemos dejar de trabajar en que el resto de cambios socioculturales hacia unos horarios más racionales y una más fácil conciliación se produzcan.


Foto: Wikipedia

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