Testimonios sobre conciliación

Si no ganas dinero, te expulsan del mundo – Noemí Martínez


 
 
 

Noemí Martínez

Nacida en 1976

@costurerasvoz

1 hijo nacido en 2014

Periodista

www.lavozdelascostureras.com

www.noemimartinezperez.com

Como me dijeron a los 20 años, cuando estudiaba y trabajaba al mismo tiempo, “no se puede tener el culo en dos asientos”. Y cada día de mi actual vida, como madre que trata de tener ingresos, recuerdo esa sentencia. Y tanto que no se puede tener el culo en dos asientos. O crías o desarrollas una profesión. Porque no es posible hacer las dos cosas al mismo tiempo.

Me encantaría dar testimonio de mujer emprendedora que saca un negocio adelante y atiende amorosamente a su hijo, pero mentiría como una bellaca. Con mi labor como autónoma apenas me da para cubrir los gastos que genera mantener la actividad, como son el pago de autónomos, asesoría, impuestos, hosting…

Me llamo Noemí Martínez, soy periodista y hace poco más de un año me embarqué en la aventura blogger con La Voz de las Costureras, una bitácora que trata de poner en valor el trabajo de costureras y tejedoras de toda la vida. Me lancé por la necesidad que tenía de hacer algo que fuera únicamente mío y porque al pasarme “al otro lado”, al de las amas de casa, sentí la necesidad de expresar la importancia que a mi juicio tiene, y ha tenido históricamente, el cuidado de la casa y los niños.

Quede claro que soy una periodista industrial, nocturna, juerguista, heavy, roja, feminista y atea. En mi bagaje humano no cabía la posibilidad de transformarme en ama de casa. Pero las cosas cambian de la noche a la mañana cuando traes una persona al mundo. Un ser humano que necesita de ti las 24 horas del día y que merece tener una infancia al menos tan buena como la que sus padres han tenido.

Que el nacimiento de un hijo pone tu vida del revés es un hecho. En tu vida entra un nuevo actor que te quita todos los pájaros de la cabeza uno a uno. Sobre todo si decides ser tú quien críe a esa persona de 50 centímetros. Pero lo cierto es que en el mundo pesetero que hemos montado no caben aquellos que no generan dinero: niños, ancianos, trabajo del hogar no remunerado… se trata de personas que antes tenían un espacio en la sociedad y que el mundo de hoy ha expulsado de manera cruel. Por eso, cuando eres una periodista que tiene la “suerte” de trabajar en un medio de comunicación y decides que te tomas un tiempo para atender a tu hijo, ese mundo pesetero te mira con malos ojos. Te transformas en un ser subversivo, fuera del sistema, que prefiere vivir con menos y darle una infancia feliz a su hijo. El sistema te odia porque personificas el hecho de que otra forma de vida es posible, que no es inevitable ganar mucho dinero para pagar la guardería, los juguetes, las clases de natación, de judo, la niñera… porque si los padres se organizan y bajan el ritmo profesional se pueden ahorrar todo eso y estar ellos mismos con su niño. Ya que, a la postre, lo único que necesitan los niños es eso, a sus padres.

Cuando supe que estaba de seis semanas del amor de mi vida supe que iba a entrar en riesgo de pobreza. Que mi instinto de protección iba a ser mayor que mi deseo o necesidad por tener un hueco de valor en la sociedad. También sabía que desde que decidiera criar a mi único hijo muchos me mirarían con disimulado desprecio. Sabía que mi aspecto y mi autoestima personal y profesional se resentirían. Lo sabía y pasó.

Durante un tiempo traté de buscar la forma de compatibilizar trabajo y crianza, hasta que mi corazón se rompió en mil pedazos por la desazón y la contradicción. La necesidad de sentirme valiosa y libre vía salario chocaba con la imperiosa necesidad que sentía de atender a mi pequeño. Todas las células de mi cuerpo me instaban a permanecer a su lado y velar por su bien. Quería darle el desayuno, llevarle al parque para que corriera, darle de comer sin prisas, acostarle, bañarle, velar su fiebre, acompañarle en todos sus progresos…

Un niño necesita de alguien que esté pendiente de sus necesidades. Aunque intenté durante un tiempo compatibilizar mi anterior trabajo y la maternidad, me negué poco después a delegar la crianza como si de una tarea de subcontratación estándar se tratase. Y criar, educar y atender a una personita que depende de ti lleva 24 horas diarias. Es una tarea dura, no reconocida, no remunerada, fundamental para la sociedad. Porque cuando traemos una vida a este mundo no solamente la educamos para que sea un ser humano de provecho. También lo educamos para la sociedad.

Echar adelante una persona equilibrada, ecuánime, generosa, colaboradora… lleva mucho tiempo, años. No es algo que se pueda hacer durante un ratito cada día. Ocupa todo tu cerebro, todas tus preocupaciones. Pone muy difícil el reto del desarrollo de una profesión que, hasta ahora, ocupaba todo tu tiempo.

A pesar de ello, no me rindo y desde hace unos meses me he lanzado al autoempleo con muy poco éxito, debido principalmente a que tengo mente y habilidades de trabajadora, no de empresaria. La única forma de conciliar mi profesión con la atención a mi hijo que se me ha ocurrido ha sido el trabajo autónomo, en casa.

Como se desprende de mis palabras, actualmente estoy a vueltas con la sempiterna cuestión de la conciliación. Ardua cuestión, ya que como me dijo hace 20 años Encarni Villar, concejala del Ayuntamiento de mi localidad natal de Barakaldo, “no se puede tener el culo en dos asientos”. Me lo comentó cuando supo que cubría la información local del consistorio al tiempo que trataba de acabar la carrera y estudiar inglés. De esa manera tan directa me aconsejó que bajara el ritmo. Ahora lo entiendo de manera plena, es cierto que no se puede estar disponible 24 horas para todo lo que pueda pasar y desarrollar una labor profesional.

La Voz de las Costureras es mi apuesta periodística personal. En este momento no me da ningún ingreso y si muchos gastos, pero estoy trabajando para revertir esta cuestión. La empresa es difícil puesto que cuando atiendes a tu hijo y trabajas en los ratos libres que te permite, es harto complicado sacar un proyecto de emprendimiento adelante. Pero prometo que si lo consigo, volveré a escribir a Mami Concilia para descubriros el secreto de la verdadera conciliación.

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