¿Tienes un empleo fijo desde antes de la crisis? Es posible que tu empresa intente librarse de ti por el alto coste, pero que parezca un accidente. Incluso decisión tuya.
Vamos a repasar algunas de las estrategias que todos hemos vivido alguna vez o que nos han contado, que siempre queda más discreto:
1. ¿Gila dirige tu empresa?
Con todos los respetos al famoso humorista español, hay directivos que recuerdan mucho a uno de los personajes de Don Miguel. Se trataba de un policía que para detener a un sospechoso, le quiso detener con indirectas. Se encontraba con él en el pasillo y le decía… “alguien ha matado a alguien”, “alguien es un asesino…”, así durante varios días hasta que el acosado sospechoso confesaba martilleado por esos comentarios tan sibilinos.
Los mandos intermedios de las empresas son los que más sufren este tipo de estrategia, porque muchas veces se ven en la obligación de mediar entre el Jefe y un empleado haciendo de correa de transmisión de indirectas.
En realidad lo que quiere la dirección es que sea el empleado el que tome la decisión que sea: irse de la empresa, que renuncie a ventajas adquiridas en el pasado o el que se ofrezca para sacrificios laborales adicionales. Pero quieren que sea el empleado el que lo haga, en lugar de recibir la orden y acatarla.
Esto supone un quebradero de cabeza para los implicados en la indirecta de Gila y en el caso de que la “víctima” se de cuenta del juego, la gran perjudicada será la empresa por el tiempo perdido en decisiones dilatadas y el empleado, que se sentirá manipulado y desmotivado al ser tomado por tonto.
2. El vaso medio vacío, siempre.
Este fenómeno hace alusión a empresas que, por ejemplo, dependen diariamente de datos de audiencia, como puede ser una televisión o una productora.
Cuando los datos de audiencia son satisfactorios, no hay noticias de los jefes. Se supone que es tu trabajo. Sin embargo, cuando los resultados son malos, es cuando aparece el reproche en persona para bajar la moral del equipo. Suele ser una reprimenda “no constructiva”.
En este caso, la única perjudicada de nuevo es la empresa, porque los trabajadores a los que solamente se les refuerza cuando algo sale mal, irán perdiendo ilusión y compromiso con el proyecto.
Hasta las palmaditas en la espalda tienen su ciencia.
3. El síndrome del malabarista.
Lo sufren muchos trabajadores/as hoy en día. Nadie les obliga a hacer más horas, ni a trabajar desde casa. Es posible incluso que su empresa presuma de políticas de conciliación.
Sin embargo, el trabajador siente que antes tenía que hacer malabares con dos pelotitas. Cuando llegó a dominarlas, le lanzaron otras dos; cuando demostró que también las controlaba, llegaron seis… y así sucesivamente.
Esta saturación de trabajo se suele disfrazar además de un “la empresa está en tus manos”, “confiamos mucho en ti” o “queremos que te jubiles aquí”. Cuando en realidad lo que se persigue es que el trabajador, porque no tiene más remedio, tenga que trabajar más horas de las que debe o termine quemándose y dimitiendo.
En estas empresas “alguien ha matado a alguien” ¿Quién es para ti el asesino? ¿Y la víctima?
Foto: http://mediablogs.cadenaser.com/premios-ondas/files/2013/09/gila.jpg