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Un vínculo mágico – Bea Cobo

Beatriz Cobo Montejo

Nacida en1979

Periodista, directora de escena y gestora cultural

1 hijo (2014)

@BeatrizCobo

Duración de la lactancia materna: 17 meses

Cuando estaba embarazada y ‘me preparaba’ para la lactancia, leyendo los libros recomendados, posts, blogs, y cuanta información caía en mis manos sobre el tema, e incluso consultando dudas a amigas-madres veteranas en sesiones ‘con la teta afuera’, recuerdo que me asaltaban inquietudes del tipo: “¿podré yo dar de mamar, teniendo —como se me antojaba ante el espejo—, los pezones tan pequeños?, ¿sabré hacerlo adecuadamente?” Había oído varias historias de lactancia fracasada y experiencias de madres que tenían muchas dificultades al respecto. Las frases que más se repitieron eran, curiosamente, de familiares y personas cercanas, mujeres de generaciones anteriores que me aseguraban que no pudieron dar el pecho a sus bebés porque “no tenían leche”, porque “se les cortó” o porque “su teta no era buena”. De ahí el más inquietante de los miedos: “¿será mi leche de calidad?, ¿le gustará mi teta a mi niño?”. Sé que pueden sonar ingenuas estas inseguridades de mamá primeriza, pero cuando te enfrentas a algo que no has hecho nunca antes en la vida y que —en esos momentos aún no lo sabes— va a convertirse en la principal de tus ocupaciones, la zozobra está justificada.

Sin embargo desde el principio tuvimos suerte con la lactancia y no hemos sufrido grandes problemas más allá de las típicas molestias iniciales, alguna obstrucción solucionada a tiempo a base de mucho ‘teta-sutra’ (dar de mamar en posturas imposibles), o la aparición de una perlita de leche que no dio demasiado la lata. Pronto entiendes que dar el pecho a demanda significa tener al niño encima prácticamente todo el día: todo el día, todo tu cuerpo conectado con él. Nunca imaginé que criar a mi hijo de la forma natural me requeriría una entrega tan física. Para ello hace falta tiempo; parece sencillo…

Nuestra opción familiar de conciliación, una vez agotada la baja maternal, las horas acumuladas de lactancia y las vacaciones correspondientes fue cogerme una excedencia laboral, para poder seguir alimentando a nuestro hijo según la recomendación de la OMS (seis meses de LM en exclusiva como mínimo) y continuar manteniendo la lactancia como alimento principal el tiempo necesario para que el niño incorporara naturalmente otros alimentos sin recurrir a papillas ni preparados especiales para bebés. Es lo que se está dando a conocer como método baby-led weaning. Ahora que el peque come ya de todo integrándose como uno más en los almuerzos familiares y con bastante autonomía para su edad, nos sentimos orgullosos de haber tomado aquella decisión. 

Transcurridos los primeros diez meses volcada completamente en la maternidad, resolvimos que era el momento de volver a incorporarme a mi puesto, pero acogiéndome a mi derecho a la jornada reducida. Yo trabajo en turno de tarde en un gabinete de prensa de la administración estatal y esto facilitó las cosas, ya que, aunque mi plaza no es fija, me sentí bastante amparada tanto por mi jefa, como por la normativa del Ministerio. Sin familiares cerca a quienes poder confiar el cuidado del niño y sin la menor intención de contratar canguros o guarderías nuestro plan consistió en reducirnos la jornada ambos, tanto el padre como yo, en un ejercicio de corresponsabilidad igualitaria en la crianza. Esta fórmula para atender a nuestro hijo ‘por relevos’ se mantiene hasta hoy: yo le cuido por las mañanas y el papá por las tardes, con un breve encuentro a mediodía en el que hacemos el cambio. Poco antes de irme a trabajar, el niño toma pecho y aguanta perfectamente sin mí toda la tarde, sin haber tenido nunca necesidad de sacarme leche para dársela en mi ausencia. La satisfacción de estar disfrutando a tope del niño, y de no perdernos nada de esta etapa tan esencial que se pasa volando, compensa la pérdida de espacio personal y el poco tiempo en que coincidimos juntos la pareja.

Ahora sonrío. Después de diecisiete meses de lactancia exitosa, parece que mi teta le gustó a mi niño. ¡Vaya!,  ¡que no la suelta…! De hecho, ahora lo que es un misterio para mí es el destete. Ignoro cuándo ni de qué manera se producirá, aunque, como dice la reconocida pediatra Rosa Jové, está claro que “todos los niños se destetan”. De momento siento que repercute positivamente en toda la familia, así que no tenemos ninguna prisa por dejarlo. Menos aún después del reciente informe que ha publicado la AEP a favor de la lactancia materna prolongada. No nos ponemos límites ni metas, y si todo sigue así de bien, supongo que me gustaría llegar a los dos años de lactancia materna. Aunque también es cierto que, ahora que el niño ya camina, tiene dientes y balbucea sus primeras palabras, nos empiezan a mirar raro. Yo misma siento más pudor al dar el pecho en público que cuando era recién nacido. Y han llegado ya los previsibles comentarios: “¿pero hasta cuándo le vas a dar la teta?”, “¡ya es muy mayor para eso!”, “lo estás enviciando” o “¿por qué no le sustituyes la última toma antes de dormir por un vaso de leche de vaca?”. No me imagino la cara que pondría un ternerito si le sustituyesen ‘su última toma’ por un poco de leche de otro animal…

La lactancia en esta fase tiene menos que ver con la necesidad de saciar el hambre, y más con la alimentación emocional: los brazos y el calorcito de mamá, la seguridad de tenerla cerca, sentirse protegido, comunicarse con ella íntimamente… ¿Por qué nuestra cultura social nos incita a renunciar tan pronto a un vínculo tan mágico?

1 comentario en «Un vínculo mágico – Bea Cobo»

  1. ¡Un testimonio muy interesante y emotivo! Seguro que poco a poco la sociedad va a ir valorando las bondades de la naturalidad, la sencillez y el apego que el hecho de la vida supone.
    Gracias por compartirlo.

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