Hoy 7 de Enero, día de vuelta a la normalidad después de las Navidades además de empezar con nuevos propósitos, comenzamos a enfrentarnos a lo que será el nuevo año: trabajo, familia y nosotros como personas.
Ayer, día muy esperado por nuestros peques, era día de abrir regalos y ver qué sorpresa se escondía debajo del papel.
No sé si os ha pasado, pero muchas veces veo a familiares abriendo regalos sin ningún tipo de interés por lo que hay debajo (cuando los reyes nos traen los típicos: llaveros, cajas de pañuelos, corbatas, etc).
La montaña de regalos
Lo peor es que veo el mismo comportamiento en los peques. Una montaña de regalos (cada vez más) y el mismo tipo de desinterés hasta que encuentran el que realmente habían pedido con el agravante de que después de jugar un rato con él se cansan sin saber qué hacer o con qué juguete seguir.
Nuestro hijo es el primer nieto por parte de las dos familias y ha recibido muchos regalos estas navidades. Además el caso se agrava porque su cumpleaños cae cercano a navidades y por lo tanto se junta todo en un escaso periodo de tiempo del año.
En su cumpleaños, vimos cómo le gusta abrir un regalo, jugar con él hasta que se cansa y, si acaso, después abrir otro. Este patrón se ha repetido de nuevo estas navidades. Realmente podría haber tenido sólo un regalo y ser el niño más feliz del mundo (de hecho es un niño afortunado porque puede tener regalos, no nos olvidamos de este hecho).
En su cumpleaños se negó a abrir algunos regalos (claramente fueron demasiados), que luego han aprovechado los reyes magos, por ejemplo plastelina.
La ilusión por los regalos
No queremos que nuestro hijo no demuestre ilusión por ese regalo que tanto le ha costado pedir a cualquiera de sus abuelos, tíos o padrinos en la carta para él. Tampoco queremos que nuestro hijo se convierta en un niño hiperregalado, que no se frustre si no obtiene lo que quiere y que luche y se busque las mañas y logros para conseguirlo.
Además queremos que nuestro hijo tenga objetos que le sirvan para desarrollarse y que quiera realmente, no hace falta que sean los juguetes mainstream que inundan la televisión meses antes de navidades o los canales temáticos a todas horas.
Por la decisión que tomamos hace tiempo de comenzar con #mamiconcilia, no sentimos que debamos sustituir tiempo con él por juguetes, pero sabemos que esto ocurre a una inmensa mayoría de los padres, y más aquí en España, donde los trabajos escasean, las horas extras abundan y el tiempo que queda para conservar el trabajo hay que dedicarlo a que la casa funcione, haya comida, ropa limpia y un largo etcétera.
Los juguetes no dan cariño
Desde que nació el peque, nuestra casa se ha convertido en un parque temático dedicado a la infancia, y sobre todo el salón, donde hemos apartado mesas y otros elementos de decoración para que lo ocupen los juguetes.
Estos años en los que podemos estar jugando con él se pasan más rápido de lo que creemos y queremos exprimirlos al máximo, queremos estar presentes mientras juega y jugar con él, ver así por lo qué se interesa y los avances que hace. Por ejemplo, con un Lego se puede jugar de múltiples formas, inicialmente mejoran la coordinación motriz, pero de repente, un día ves cómo comienza a hacer estructuras cada vez más complejas y que esas estructuras sirven para apoyar otros juegos.
Poder estar en ese momento y reforzarlo, jugar con él y que te enseñe orgulloso su creación o juegue de forma intensa con algo que habéis hecho juntos con unas cuantas cajas de cartón, pinturas y pegamento y para él sea uno de los mejores juguetes tampoco tiene precio.
Entre nuestros propósitos de este año seguirá estando que todos tengan tiempo para estar con sus hijos, para disfrutarlos, para saber qué quieren realmente y para no compensar esa falta de tiempo con regalos o con cualquier otro sustitutivo rápido. En definitiva, para conciliar.