Elena Orte Tudela
Market Developer en Cámara de Comercio de Zaragoza
Nacida en 1974
2 hijos (2005 y 2007)
@ElenaOrteTudela
Mi aventura con la conciliación comenzó antes incluso de tener a mi primera hija. Lo cierto es que disfruté de un embarazo estupendo así que no tuve mayores problemas para compaginarlo con mi trabajo (administrativo puro, así que estaba básicamente sentada). De hecho estuve trabajando hasta el último día tan ricamente.
Cuando nació Sofía todo cambió de repente. Hasta entonces me encontraba muy bien en un trabajo que, si bien no era el ideal, me resultaba bastante cómodo. Digamos que había conseguido un equilibrio entre mis vidas laboral, personal y de pareja. Sin embargo, ser madre me supuso un crecimiento personal tan salvaje que todo ese equilibrio se rompió en pedazos. Ya había decidido meses antes, de acuerdo con la empresa, que optaría por la baja a media jornada. Las 6 primeras semanas son obligatoriamente completas de baja pero a partir de ahí puedes trabajar un porcentaje de la jornada y disfrutar de la baja por maternidad el resto. Para mí era una opción ideal. No dejaba del todo el trabajo y a la vez alargaba la baja. Salir de casa unas horas y hablar con adultos de temas distintos a lactancia, biberones, pañales, etc. resultaba liberador y siempre he tenido la gran suerte de contar con mis padres y mis suegros para ocuparse de los niños cuando nos ha hecho falta.
Dos años más tarde llegó Guille y volví a optar por la misma solución (olvidaba decir que el sacaleches se convirtió durante meses en mi gran amigo, no quería renunciar demasiado pronto a la leche materna para mis hijos pero tampoco a mi trabajo). Así pues, si tuviera que resumir las claves de mi conciliación en esas primeras etapas serían desde luego: abuelos, sacaleches y, posteriormente, guardería.
Como un año después de nacer Guille todo cambió en la empresa, la mayor parte de la plantilla nos fuimos al paro.
Para mí, que ya no estaba contenta en mi trabajo desde el nacimiento de la niña, fue una oportunidad de cambio. He de decir que se portaron bien, nos echaron a casi todos pero pudiendo hacerlo con un ERE escogieron el despido improcedente con su indemnización completa. Con ella, me establecí por mi cuenta. Descubrí entonces las bondades y miserias del autónomo en España. No me quejaré, para mí encontrarme con la libertad casi absoluta de organizar mi horario a mi gusto fue todo un descubrimiento. ¿Qué no se puede conciliar? ¿quién lo ha dicho? Lo que no puede ser es que sigamos anclados en horarios draconianos y, sobre todo, en el presentismo laboral. ¡No trabaja más quien más horas pasa en su puesto!
Durante ese período me tocó viajar bastante (no lo he dicho, me dedico al comercio exterior). Hasta entonces mi trabajo había sido administrativo comercial, desde la oficina, pero recordemos que eso ya no me bastaba. Descubrí que lo que de verdad quería hacer era esa labor comercial mucho más directa. Trabajar desde casa, sí, pero desplazarme a ver a mis clientes, verles cara a cara, entablar otro tipo de relación con ellos. Fue una etapa complicada, mis hijos tenían poco más de 3 y 1 año, pero de nuevo conté con el apoyo de los abuelos y por supuesto de súper papá. Me hace gracia, entonces y ahora siempre hay quien te mira raro cuando descubre que eres mujer y encima madre y tu trabajo consiste en viajar por el mundo. ¿Elección difícil? Para mí no. Soy una buscadora compulsiva del equilibrio en mi vida y poder dedicarme a lo que me gusta forma parte de él. No tengo la sensación de haber renunciado a nada.
Mi experiencia como autónoma no salió bien y volví a trabajar por cuenta ajena, de nuevo atada a la pata de la silla de una oficina. Un paso atrás en mi evolución laboral pero de todas las experiencias se sacan cosas interesantes. También hay que saber cuándo cortarlas y aprovechar los momentos adecuados. Dos años después de mi incorporación a ese último puesto nos plantearon una reducción salarial bastante drástica y encontré que era el momento de abandonar algo que ni de lejos me satisfacía. Tampoco era tan disparatado, si no me hubiera ido yo me habrían echado igual y de todas formas, cuando mente e instinto están de acuerdo en gritarte alto y claro que aproveches la oportunidad para dejar ese trabajo, sería como poco imprudente no escucharles.
Me salió bien. Vuelvo a ser autónoma, vuelvo a trabajar desde casa pero esta vez con el apoyo de la Cámara de Comercio de Zaragoza. Formo parte de uno de sus programas de apoyo a la internacionalización y, desde mi experiencia, ayudo a diferentes empresas con sus proyectos de exportación. Vuelvo a viajar, me encanta, y a mis hijos no parece afectarles. Les parece normal, incluso les gusta tener una mami tan viajera. Hablamos y nos vemos siempre que podemos por Skype y les encanta que por la noche les enseñe la habitación del hotel y las vistas desde la ventana. Tampoco son desplazamientos largos, por suerte, normalmente no más de 4 días fuera. Súper papá es perfectamente capaz de ocuparse de la casa y los niños en mi ausencia y nuestra dependencia de los abuelos es igual trabaje en una oficina o viajando. La ventaja, de nuevo, es que, cuando estoy en Zaragoza, yo dispongo mi horario. ¿Qué eso significa que me toque trabajar algún que otro rato el fin de semana? Pues sí, y en plena Semana Santa también, pero a mí que me den esa libertad horaria, que ya me la gestiono yo, y que me den también la posibilidad de llevar a mis hijos al médico o ser yo quien los baje a la parada del autobús por la mañana. O participar en alguna que otra actividad del cole sin tener que andar pidiendo permisos en la empresa. Yo creo que al final compensa. Vamos, creo no, estoy segura y ¿sabéis por qué? Pues porque cuando te da igual que sea lunes, viernes o sábado, porque disfrutas igual todos los días de la semana, has encontrado un equilibrio que no deberías dejar que te arrebaten. Y no es que quiera seguir siendo autónoma toda la vida. Mis perspectivas laborales no van por ahí, pero sí se ha vuelto un requisito importante para mí a la hora de aceptar un nuevo trabajo que exista cierta “sensatez” en sus horarios. Sé que no voy a encontrar en ninguna empresa la libertad que disfruto ahora, pero me consta que las hay con cierta flexibilidad horaria, incluso que admiten que parte de tu jornada laboral la realices desde casa. Es el futuro, sin duda. La racionalización de los horarios y el teletrabajo. Pero no sólo para nosotras, también los hombres tienen vida privada, y tampoco es exclusivo de los padres/madres. ¿Acaso l@s solter@s y/o parejas sin hijos no tienen vida privada que conciliar con su trabajo?
Mi experiencia demuestra que se puede rendir, y mucho, sin pasar ocho horas en una oficina. También demuestra que los padres no son seres inútiles a quienes no se pueda dejar al cargo de la casa y los hijos. He oído demasiadas veces eso de “uy, yo a mi marido no podría dejarlo sólo”, ¿en serio? ¿por qué? No nos autoboicoteemos tampoco. Vale, yo reconozco que no he tenido nunca vocación de superwoman y eso ayuda. No sufro porque mi casa no esté perfecta ni pienso que sólo yo puedo ocuparme de ciertas cosas. También tengo abuelos a mi disposición para cuidar de mis hijos y sí, vale, admito que en algunas ocasiones abusamos de ellos pero ¿sabéis qué? También mis padres “abusaban” de mi abuela para ocuparse de nosotros y no cambio la relación que yo tuve con mi yaya por nada. Y sí, me gusta que mis hijos establezcan esos fuertes lazos con sus abuelos también. Como todo, en el equilibrio está la virtud.