Tuve una reunión hace poco (a petición suya) con la sede española de uno de los bancos más grandes del mundo. Y me explicaron que en dos sedes concretas de Europa la opción del teletrabajo se aplicaba en una en la totalidad de la plantilla y en la otra en un tercio de la misma.
Huelga decir que aquí no teletrabajaba nadie ni se esperaba que lo hicieran. Y que la problemática a la que se enfrentaban era que les venían de golpe un par de cientos de personas y no cabían en la oficina, así que algo había que hacer con ellos.
En el encuentro, donde había hasta seis personas de distintos departamentos, el principal escollo que esgrimían era que los convenios estaban firmados por horas y que no podían saltarse. Al margen de asegurar que el empleado debía tener disponibilidad absoluta en su horario por el tipo de mercado en el que operan. Lo que me hizo pensar si en las otras filiales el trabajo era diferente, algo que dudo que fuera así.
Así que la cuestión que me planteaba al salir de allí es : ¿en qué va a diferenciarse alguien que esté en la oficina del que esté en su casa, si tiene que estar anclado a un ordenador unas horas determinadas sin posibilidad siquiera de bajar a por sal al supermercado?
Por el sector en el que muevo y mi condición de freelance desde hace más de una década, apenas he ‘disfrutado’ de los convenios. No he tenido tickets de comida, ni recuperado horas trabajadas de más y casi no recuerdo las vacaciones pagadas. Pero me parecen un enorme logro y creo que todo el mundo está de acuerdo en que deberían mantenerse, más teniendo en cuenta los recortes de derechos laborales que se vivieron tras la crisis.
Sin embargo, en algunas ocasiones actúan CONTRA el talento. Porque si hay que hacer ocho horas sí o sí y tu informático es un fenómeno que en tres horas ha despachado lo que le habías pedido, estará cinco horas quemándose en tu empresa y pensando por qué no acepta un curro con un sueldo menor pero flexibilidad absoluta.
Ya hablamos en un post anterior sobre cómo trabajar por objetivos. Y las empresas deberían empezar a plantearse cambiar la relación laboral con su gente. Entre otras cosas, porque muchas de ellas incurren en discriminaciones absurdas cuando impiden a los contratados salir antes mientras subcontratan servicios sin un horizonte horario concreto.
El cambio de paradigma ya llega hasta aquí, aunque muchos sigan sin verlo. Y solo tiene una salida: retener a los buenos dándoles cosas que les den ganas de quedarse, porque de lo contrario las opciones para ellos van a comenzar a multiplicarse.