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Carmen Delia Díaz
Nacida en 1976
Comunicación y Marketing desde hace 17 años. Blogger en Escapalandia.com y EspacioConciliación.
2 hijos (2008 y 2010)
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He escrito mucho sobre conciliación pero hasta día de hoy nunca me había sentado a escribir mi propio testimonio. En realidad creo que no lo tuve difícil. Mi trabajo se puede concentrar en unas horas, sí, pero la disponibilidad debe abarcar el resto del día puesto que dependes de clientes, eventos, citas y demandas de información.
Ahora que el pequeño tiene cuatro años hemos empezado a respirar. Ya no hay que hacerles todo. Hemos olvidado los pañales, los biberones, los virus y las sillitas. Hay luz al final del túnel.
Siempre he trabajado, desde que terminé mis estudios. Y siempre por cuenta ajena hasta hace pocos meses, que me inicié en la aventura del autoempleo. Pero lo cierto es que en mi relación profesional he percibido gran respeto por la conciliación de la vida laboral y familiar. Sé que hay muchas mujeres y hombres que no viven en esta realidad que debería ser tónica común, por eso hay que movilizarse a ver si entre todos conseguimos cambiar las cosas. Por eso valoro mucho el esfuerzo que hacéis en #mamiconcilia.
Cuando tenía 30 comencé a percibir el conflicto en las entrevistas de trabajo. Recuerdo bien una de ellas en la que el director de Recursos Humanos insistía pesadamente en preguntarme una y otra vez si tenía planes de boda. Triste, muy triste. E ilegal, muy ilegal. Poco después cambié de empresa y de ciudad y fue donde tuve a mi primer hijo. Durante la baja tuve bastantes cosas que atender telefónicamente o vía email. Pero tanto mis compañeras y compañeros como clientes mostraron siempre gran respeto. En el mundo perfecto las bajas deberían ser una desconexión total pero yo agradecí que no fuera así, me apasionan mis hijos pero si dedico el cien por cien de mi día a la maternidad me volvería loca.
Reduje jornada con el primero y así seguí dos años después cuando nació el segundo, y hasta hoy. Trabajaba de 9 a 15 horas y las tardes eran para ellos con algunas cuestiones de trabajo que atender esporádicamente. Mi día era una carrera de obstáculos, como la de tantas madres y padres que van logrando hora tras hora que el imposible puzzle de la conciliación encaje en su vida y por la noche pueden presumir de haber atendido sus responsabilidades laborales y familiares. Lo urgente. Lo extra debe quedar para el día siguiente, porque mientras no podamos estar en dos sitios a la vez no podemos llegar a todo de forma efectiva.
Las claves
Para mí las claves son: orden, respeto y corresponsabilidad. El orden debe ser militar. En casa por las mañanas sonaba el despertador y era como una carrera de obstáculos: desayunos, meriendas, uniformes, mochilas y corriendo al coche. No hay tiempo para mimos, ni para juegos, la rabieta es nuestro peor enemigo. La tensión de llegar en hora tanto al cole como al trabajo realmente puede poner a prueba los nervios de cualquiera. Y en esa dinámica casi siempre pierden ellos, que no entienden aún de prisas ni de responsabilidades.
Mi disponibilidad para el trabajo es toda, pero desde que soy madre tengo unos límites horarios que cumplir: ¿puedo acabar una tarea urgente pendiente? Sí, pero tendré que hacerlo después de recoger a mis hijos en el cole. Lo que no es urgente queda para mañana, en mi jornada laboral, porque hacer tu trabajo en el tiempo asignado es más profesional que tener que quedarte a hacer horas extras.
Respeto. Hay que tenerlo primero por los demás antes de exigirlo. Y hay que ganárselo a fuego en el entorno laboral, incluso con clientes. La etapa en que hablar de los hijos era poco profesional está superada, somos personas y las personas hablan de su vida. Desde que fui madre he hablado de mis hijos con naturalidad. Si me tengo que marchar porque salen los niños del cole lo digo. Sé que quien no los tiene no lo entiende, pero hay que normalizar la maternidad y para eso hay que hablar de ello.
Corresponsabilidad. No hubiera podido con la maternidad si mi marido no fuera responsable al 50 por ciento con la casa y con los niños. El reparto tiene que ser equitativo, cuando uno no puede el otro hace más, pero siempre con un equilibrio perfecto.
Ayudas a la conciliación
Mi principal apoyo fue la guardería. Mis hijos asistieron media jornada desde los cuatro meses y así hasta que empezaron el colegio. La experiencia fue muy buena porque encontré una escuela infantil de confianza y que cumplía todas mis expectativas. El horario flexible era fundamental.
La segunda “pata de la silla” fueron los abuelos. Aquí también fui afortunada. No tener familia cerca es un problema muy serio para la conciliación. Los niños se ponen enfermos muchas, muchas veces. Se ponen enfermos por la mañana antes de salir para el cole. De repente tienen fiebre o de pronto vomitan o ves que están con diarrea. No hay margen a las ocho de la mañana para pedirle a nadie que no sea un abuelo que se quede con el niño. En estos días es en los que más seriamente me planteé dejar de trabajar, pero no sucumbí y al final todo pasa, porque los niños crecen enseguida.
Y la tercera pata es la reducción de jornada o la jornada intensiva. Con los horarios imperantes, digamos de 9 a 14 y de 16 a 19 horas, es imposible tener hijos sin ayuda. ¿Quién los recoge en el cole si los padres trabajan ocho horas en jornada partida? Así que la reducción de jornada por menor a cargo, el verdadero único avance en materia de conciliación en nuestro país hasta día de hoy, debería ser sagrada y tener alguna estatua en algún sitio.
Dos mensajes
A las empresas que no respetan los derechos a la conciliación de los trabajadores hay que decirles que son del siglo pasado y que se les va acabar el chollo enseguida porque cada vez más personas están diciendo basta ya. Vivir en el trabajo no es moderno, gracias a la tecnología podemos atender las eventualidades a distancia.
Y a las madres y padres un mensaje de ánimo. No hay que ser súper padres. Si no llegamos a todo tampoco pasa nada. Lleguemos a lo máximo posible y sigamos normalizando la paternidad y maternidad hablando de ella, luchando por los horarios racionales, las jornadas intensivas, el teletrabajo, los horarios flexibles y el trabajo por objetivos no por el mero cumplimiento de un horario.