Fue uno de los primeros regalos que le hicieron mis padres: un pequeño kiconico de goma. «Se puede morder y cuando lo aprietas hace ruido», nos explicó mi madre.
Olía muy fuerte y lo tuvimos varios días en remojo. En consecuencia, tuvo una «afonía severa transitoria». Cuando se recuperó, se lo dimos al peque, que lo chupaba con ganas.
Fuimos a Murcia y se nos olvidó allí. No lo echamos mucho de menos pero el reencuentro fue sonado. El peque, algo mayor, ya tenía fuerza para morderlo, apretarlo y conseguir que sonara.
Pero la verdadera diversión ha llegado ahora. Él lo aprieta produciendo un estridente sonido. Nosotros nos estremecemos, mostramos miedo, sorpresa o asombro, siempre exagerando, sacando a relucir nuestras artes teatrales. Se parte de risa. Ahora además, como tiene buen oído, le encantan los ruidos y está en edad de imitar, reproduce exactamente el sonido que hace kiconico y busca la misma reacción en nosotros. Las risas están aseguradas.
Kiconico da mucho juego.