Maternidad

La maternidad es… pero también puede ser…

Estoy hasta las narices de ser madre. ¿Por qué no me respetan?”, gritaba una madre de tres mientras perseguía a su hijo pequeño por el parque.

“Yo sí que estoy harta. Veinte años ocupándome de ellos, preparándoles desayuno, comida, merienda y cena, poniendo tres lavadoras al día para que tengan la ropa a punto, haciendo de taxista… y no veo el momento de que se vayan de casa”, le contestaba una madre de cuatro, dos de ellos ya universitarios.

“Dejadme en paz. Vosotros no me entendéis. Hace dos meses que nació y ya no puedo más”, gritaba una madre a su pareja y sus padres (o suegros) en plena calle, mientras movía desesperada un carrito del que salía un llanto ensordecedor.

Me estoy planteando separarme. Para él todo gira en torno al trabajo. Cuando termina se va con sus amigos. Dice que necesita desconectar. Le entiendo, porque yo también lo necesito. Pero no es justo. Yo me ocupo de todo. Pero ni siquiera me quejo de eso. Me gustaría que nuestro hijo y yo estuviéramos en su lista de prioridades, pero no soy capaz de hablar con él”, confesaba otra madre a un par de amigas en un momento de desahogo.

“Esta semana los niños están con su padre. He cambiado la ropa del armario, ordenado y limpiado la casa, he salido a correr, he ido a boxeo para dejar el estrés en el saco, he llamado a todas mis amigas, he visitado a mis padres, he tenido tres citas con tíos que he conocido por Tinder y ya no sé qué más hacer. Tengo ganas de que llegue el domingo para volverles a ver y a la vez temo que llegue el domingo porque cuando están, todo es un caos”, explicaba otra madre por el móvil.

“Él se levanta a darle el biberón, le cambia los pañales, le duerme… Yo sé que los dos podemos cuidarle igual de bien, pero si no lo hago yo, me siento culpable”, reconocía una madre reciente en una de mis sesiones de coaching.

“No sé que voy a hacer laboralmente cuando mi hija sea algo más mayor. Su nacimiento ha hecho que me replantee todo. No sé si quiero seguir trabajando en lo mismo. Me gustaría encontrar un trabajo que tenga un impacto positivo o emprender. ¡Hay tanto por hacer”, compartía una madre joven, porteando a su bebé de dos meses en un encuentro con otras madres del barrio.

“El proceso de la maternidad está muy disfrazado por la sociedad. La maternidad está poco valorada”, me decía una amiga que ha sido madre recientemente. “Existe un desequilibrio entre el sacrificio que supone para las mujeres y para los hombres”.

Releyendo todos los comentarios anteriores, escuchados durante las últimas semanas, me viene que:

La maternidad es intensa.

La maternidad es extensa.

La maternidad es para toda la vida.

La maternidad es responsabilidad.

La maternidad es agotadora.

La maternidad es estresante.

La maternidad es incomprensión.

La maternidad es una montaña rusa emocional.

La maternidad es una prueba de fuego para la pareja.

La maternidad es desequilibrio.

La maternidad es desigualdad.

La maternidad es frustración.

La maternidad es desconcierto.

La maternidad son contrastes.

La maternidad es soledad.

La maternidad es contradicción.

La maternidad es culpa.

La maternidad es duda.

La maternidad es replantearse todo.

La maternidad es incertidumbre.

La maternidad es miedo.

La maternidad es queja.

Sin embargo, la maternidad también puede ser una oportunidad para crecer como persona, para atreverte a cosas nuevas; el camino para hacerte valer como mujer, para reconectar con tu verdadera esencia, para empezar a cuidarte y encontrar el equilibrio; una oportunidad para fortalecer la relación de pareja y sanar la relación con los padres, una fuente inagotable de amor y satisfacción, un lugar de encuentro y diversión con los hijos, con los padres, con la pareja y con otras mujeres.

Todas en algún momento pasamos por los sentimientos y emociones de la primera lista.

Algunas en algún momento decidimos pasar a la segunda.

Si te sientes más identificada con la primera lista que con la segunda, hoy, Día de la Madre, te reto a hacer algo para pasar a la segunda lista (Suscríbete a la newsletter para recibir en tu mail nuevos retos y reflexiones que puedan mejorar tu vida). No digo que sea fácil, pero es posible. Yo necesité años de formación en coaching y decenas de lecturas.

Si sientes que no puedes sola, yo te acompaño. Todo empieza en la Sesión Enfoque.

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