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Elvira Fernández Pena
Nacida en 1979
Maestra especialista en Educación Musical en Xunta de Galicia
1 hijo (2015)
www.laatencionselectiva.blogspot.com.es
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Cuando decidí ser madre, me llené de proyectos. Sabía perfectamente que necesitaría todo el tiempo del mundo para cuidar de mi bebé, pero por otro lado, algo sucedió que cambió mi vida para siempre.
El tiempo se minimizó, porque de repente tenía el triple de intereses. Comencé una nueva carrera, me matriculé en un máster, me creé una lista de lectura y de intereses para mejorar en mi práctica docente, me interesé en el coaching, empecé a escribir un blog, recuperé viejos proyectos literarios, etc. Supongo que pensarás que estaba bastante loca o quizás que era una insensata antes de saber de primera mano lo que supone un buen puerperio cargado de acción. El caso es que, si bien es cierto que la conciliación suele hacerte renunciar a muchos sueños, la maternidad me pareció el mejor momento para probarme a mí misma y sacar lo mejor que llevo dentro. Qué mejor momento que ese en el que iba a ser madre, para convertirme en un ejemplo del cual mi hijo pudiese estar orgulloso. Qué mejor momento para convertirme en la mejor versión de mí misma. Ahora, visto de lejos y con la cabeza más fría, puedo achacar ese momento que viví y que todavía vivo (bastante común en personas que afrontan la maternidad y la paternidad) a la Teoría de la motivación humana de Maslow:
La pirámide de Maslow peldaño a peldaño
Abraham Maslow (psicólogo y sociólogo estadounidense, mayor representante del enfoque humanista en psicología) asegura que es la motivación el elemento que nos lleva a la acción, al comportamiento o la conducta. Y que estos comportamientos están orientados a cubrir una serie de necesidades. Existen cinco tipos de necesidades para Maslow, que presenta a modo de estructura piramidal jerárquica. Hasta que tienes cubiertas las necesidades del primer nivel, no puedes acceder a las siguientes. Y en esta base piramidal se encontrarían las necesidades básicas o fisiológicas de alimento, homeostasis y descanso. Una vez adquiridas estas, puedes acceder a las del segundo nivel, las necesidades de seguridad. Estas serían la vivienda, el dinero, la salud, etc. En el tercer peldaño estarían las necesidades de afiliación o sociales, es decir, las necesidades de amistad, aceptación social y de familia. Superado el tercer peldaño, nos encontraríamos con las necesidades de reconocimiento por parte de los nuestros, de éxito y mejora del autoconcepto.
Pues bien. Como tenía pan que llevarme a la boca, una vivienda (hipotecada, pero mía, un hogar), salud, bienestar, un empleo. Como tenía una persona con la quería pasar el resto de mi vida, mi compañero de batallas en este mundo loco. Como tenía una familia que me quería, amigos, y había conseguido llegar dentro de la docencia al punto que siempre había soñado. Como tenía éxito en lo personal y en lo laboral, decidí, que quería más. Quería el quinto peldaño de la pirámide, la autorrealización. Necesitaba un nuevo comienzo, para desarrollarme como persona, para avanzar en mi propio autoconocimiento y conseguir plenitud. Una plenitud que iría encaminada a afrontar el mayor reto de mi vida, la maternidad. Me topé entonces con las necesidades de autorrealización. El último peldaño de la pirámide de Maslow, al que no todo el mundo puede llegar en su vida, es el momento de la conciencia moral, de la falta de prejuicios, del dominio de los conflictos y su resolución, de la creatividad y su aplicación a cualquier rutina diaria, de la superación, de dejar huella, de mostrar nuestra genialidad al mundo.
Y creí llegar. Lo rocé con los dedos. Conseguí compaginar gracias a la inestimable ayuda de mi pareja, que dejó a un lado su profesión para engarzarse en un proyecto común; la carrera, el máster, la pasión por escribir y lo mejor que he hecho en toda mi vida, nuestra prioridad, Dante.
Pero un 1 de septiembre de 2015 el sueño acabó. Me reincorporé al trabajo y supe lo que era la conciliación. Conciliación es cuando te parten la pirámide por el tercer peldaño haciéndola añicos. ¿De qué vale todo mi esfuerzo formándome para ser mejor madre, mejor persona, si no puedo pasar todo el tiempo que mi hijo me necesita con él? Mi primer día de trabajo como madre sentí que descendía tres peldaños, pues mis necesidades de apego habían sido arrolladas. ¿Cómo puede esta sociedad prosperar sin una mejora en las condiciones laborales en relación a la conciliación? ¿Cómo pretendemos superar una crisis económica financiera, superarnos como sociedad, crecer, si nos restan una necesidad que nos da identidad social? ¿Cómo lograr salir adelante si tus necesidades de FAMILIA están siendo ultrajadas? Nos están restando amor, nos restan apego y nos restan familia. A todos nos están restando la necesidad de vincularnos emocionalmente con los nuestros.
En cuanto a mí, sigo luchando. Desde aquí y con la letra, para poder llegar a esa cumbre de la pirámide. Porque a pesar de todo y parafraseando al propio Maslow: “Lo que un hombre puede ser, debe serlo”. Y yo añadiría, humildemente: por sus hijos, debe serlo.
Me ha encantado esta intervención en vuestra web. Conozco personalmente a Elvira y he de deciros que cada una de sus palabras es auténtica. Vivimos mundos muy paralelos, y lejos de quejarnos por lo difícil que es la maternidad, hemos hecho de ella una plataforma para ser mejores personas, además de un nuevo estilo de vida. Elvira solo ha tropezado un poco en algún peldaño como dice, pero estoy segura de que va a seguir escalando hasta tocar el cielo.
Un abrazo muy fuerte Elvira, y gracias a Mamiconcilia por compartir su testimonio!