Amaia Vitoria
Nacida en 1981
Psicopedagoga infantil, Asesora de porteo y Portabebés ergonómicos, Asesora de maternidad.
2 hijos (2010 y 2013)
@PiojosB
Me llamo Amaia y sobre todo y ante todo soy la mamá de Iker y Guille, o mejor dicho de Piojo y Bollito. Estudié las carreras de Magisterio (Infantil e Inglés) y Psicopedagogía. Mi carrera profesional ha estado completamente enfocada a la educación de los más pequeños (salvo unos años que fui tutora de cursos para adultos, pero lo dejé porque echaba de menos la educación infantil). Empecé trabajando como auxiliar de aula y al cabo de los años y después de cambiarme un par de veces de ciudad acabé dirigiendo una escuela infantil. De auxiliar a directora pasé por todos los puestos que alguien puede tener en una escuela infantil. Aprendí mucho, trabajé mucho y hablé con centenares de madres.
Cuando nació Iker, estaba sola en Madrid. Mi marido trabajaba en Pontevedra y con la ayuda de las abuelas pude compaginar mi trabajo y mi maternidad sin reducciones de jornada ni grandes malabarismos. Sin embargo, cuando nació Guille, yo era la directora de la escuela infantil y la historia fue diferente. Era una escuela de nueva apertura así que mi trabajo iba desde cocinar algunos días, limpieza, gestión de visitas y hasta trabajo de aula… pasaba allí muchas horas, pero era lo que se necesitaba esa escuela en ese momento. Cuando me reincorporé a trabajar después de mi baja maternal, las cosas en la escuela habían cambiado mucho. Nuevas incorporaciones. Nuevas metodologías. Yo me sentía un poco perdida, pero por suerte podía llevar a mi Bollito a la escuela conmigo y podía estar con él. Sin embargo, mi nuevo horario tras la reincorporación hacía que llegara a casa muy tarde y que casi no pudiera estar con Iker, el cual acababa de empezar el cole y estaba un poco revolucionado. Yo intentaba compaginar mi trabajo con la maternidad, pero me costaba. No soy una madre de llegar a las 19:30 a casa. No me gustaba. No me sentía bien con respecto a mí misma ni a mis hijos. No era capaz ni de hacer la compra para no separarme de ellos. No hacía nada que no fuera estar con ellos cuando el trabajo me lo permitía. Así que sólo trabajaba (mucho) y estaba con ellos. No había nada más en la vida. Era un círculo en el que no me sentía yo misma pero no podía hacer otra cosa. ¿Os ha pasado? No es agradable. No eres tú misma…
Sin embargo, la vida quiso que cuando estaba a punto de pedir una jornada reducida, los directores financieros de la escuela decidieron despedirme. Pensaron que estaba más centrada en mi maternidad que en la escuela y eso no es lo que ellos querían (si eres directiva eres directiva, aunque sea en una escuela infantil). Ya no encajaba en el proyecto. ¿Sabéis qué pasó? Que por fin pude respirar. Por fin podía estar con ellos sin culpabilidad por no hacer «otras cosas».
Después de un mes con ellos, de vivir la maternidad al 100%, de disfrutar las navidades como nunca, yo sabía que quería hacer algo nuevo con mi vida. Así que la palabra conciliar empezó a sonar con mucha fuerza en mi cabeza. Quería trabajar pero quería estar con ellos. Quería seguir creciendo como profesional, pero no quería apartarme de mis hijos. ¿Como podría hacer eso? Muy fácil. Trabajando desde casa y siendo mi propia jefa.
Gracias a mi formación y experiencia profesional había tratado con multitud de madres y todas tenían la misma duda ¿Lo estoy haciendo bien? Yo siempre decía la misma respuesta: «Eres la mejor madre del mundo para tu hij@ por el simple hecho de ser su madre.» Pero me daba cuenta de que las dudas y la maternidad son dos cosas que siempre van de la mano. Seas como seas. Seas lo que seas.
Encontré cursos y formación relacionada con la maternidad desde una nueva perspectiva. Desde la humanización de los niños y las madres. Desde la normalización de la maternidad. Me encantaron. Un nuevo mundo se abrió: porteo, lactancia, asesorías individualizadas, portabebés ergonómicos… Ese era mi camino. Lo había encontrado. Sólo necesitaba darle forma.
Cuando nació Iker, estaba sola en Madrid. Mi marido trabajaba en Pontevedra y con la ayuda de las abuelas pude compaginar mi trabajo y mi maternidad sin reducciones de jornada ni grandes malabarismos. Sin embargo, cuando nació Guille, yo era la directora de la escuela infantil y la historia fue diferente. Era una escuela de nueva apertura así que mi trabajo iba desde cocinar algunos días, limpieza, gestión de visitas y hasta trabajo de aula… pasaba allí muchas horas, pero era lo que se necesitaba esa escuela en ese momento. Cuando me reincorporé a trabajar después de mi baja maternal, las cosas en la escuela habían cambiado mucho. Nuevas incorporaciones. Nuevas metodologías. Yo me sentía un poco perdida, pero por suerte podía llevar a mi Bollito a la escuela conmigo y podía estar con él. Sin embargo, mi nuevo horario tras la reincorporación hacía que llegara a casa muy tarde y que casi no pudiera estar con Iker, el cual acababa de empezar el cole y estaba un poco revolucionado. Yo intentaba compaginar mi trabajo con la maternidad, pero me costaba. No soy una madre de llegar a las 19:30 a casa. No me gustaba. No me sentía bien con respecto a mí misma ni a mis hijos. No era capaz ni de hacer la compra para no separarme de ellos. No hacía nada que no fuera estar con ellos cuando el trabajo me lo permitía. Así que sólo trabajaba (mucho) y estaba con ellos. No había nada más en la vida. Era un círculo en el que no me sentía yo misma pero no podía hacer otra cosa. ¿Os ha pasado? No es agradable. No eres tú misma…
Sin embargo, la vida quiso que cuando estaba a punto de pedir una jornada reducida, los directores financieros de la escuela decidieron despedirme. Pensaron que estaba más centrada en mi maternidad que en la escuela y eso no es lo que ellos querían (si eres directiva eres directiva, aunque sea en una escuela infantil). Ya no encajaba en el proyecto. ¿Sabéis qué pasó? Que por fin pude respirar. Por fin podía estar con ellos sin culpabilidad por no hacer «otras cosas».
Después de un mes con ellos, de vivir la maternidad al 100%, de disfrutar las navidades como nunca, yo sabía que quería hacer algo nuevo con mi vida. Así que la palabra conciliar empezó a sonar con mucha fuerza en mi cabeza. Quería trabajar pero quería estar con ellos. Quería seguir creciendo como profesional, pero no quería apartarme de mis hijos. ¿Como podría hacer eso? Muy fácil. Trabajando desde casa y siendo mi propia jefa.
Gracias a mi formación y experiencia profesional había tratado con multitud de madres y todas tenían la misma duda ¿Lo estoy haciendo bien? Yo siempre decía la misma respuesta: «Eres la mejor madre del mundo para tu hij@ por el simple hecho de ser su madre.» Pero me daba cuenta de que las dudas y la maternidad son dos cosas que siempre van de la mano. Seas como seas. Seas lo que seas.
Encontré cursos y formación relacionada con la maternidad desde una nueva perspectiva. Desde la humanización de los niños y las madres. Desde la normalización de la maternidad. Me encantaron. Un nuevo mundo se abrió: porteo, lactancia, asesorías individualizadas, portabebés ergonómicos… Ese era mi camino. Lo había encontrado. Sólo necesitaba darle forma.
Así nació Piojitos y Bollitos. PyB es mi marca personal. Es la forma de cuidar a las mamás y a sus hijos sin estar entre las frías paredes de una escuela infantil. Piojitos y Bollitos ha nacido para ayudar a las familias a hacer las cosas bien desde el principio, para que todo sea mucho más fácil ahora y en el futuro. Porque si se hacen las cosas bien desde el embarazo todo es más fácil.
Ahora trabajo desde casa la mayor parte del tiempo. Cuando mis hijos me ven con el ordenador saben que trabajo. Esto no quita para que me levante una media de 6 veces a la hora (galletas, agua, peleas, etc.) o que ver una película en el ordenador de mamá es infinitamente más importante que ayudar a una mamá con una consulta de psicopedagogía. Pero estoy con ellos. Las noches son más cortas y la ojeras son más profundas. No sé si esto es conciliar, porque al final mi vida laboral y maternal son lo mismo. Pero soy más feliz. Y Piojo y Bollito también.
Ahora trabajo desde casa la mayor parte del tiempo. Cuando mis hijos me ven con el ordenador saben que trabajo. Esto no quita para que me levante una media de 6 veces a la hora (galletas, agua, peleas, etc.) o que ver una película en el ordenador de mamá es infinitamente más importante que ayudar a una mamá con una consulta de psicopedagogía. Pero estoy con ellos. Las noches son más cortas y la ojeras son más profundas. No sé si esto es conciliar, porque al final mi vida laboral y maternal son lo mismo. Pero soy más feliz. Y Piojo y Bollito también.