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Pedagogía activa para dummies – Patricia Linares

art-pedagogia-pic1Por varios motivos, que sería muy largo explicar y que además no viene al caso, me encuentro con dos hijos escolarizados en sistemas diferentes. El mayor tiene siete años y va a un colegio público convencional; el pequeño, a punto de cumplir los cuatro, a uno de pedagogía activa.

¿Qué es eso de la pedagogía activa?

Es aquella en donde se aprende haciendo.

A saber: en el sistema educativo convencional (de España, claro, que en estas cosas vamos a la cola) el docente es el que tiene el conocimiento y se lo traslada a los alumnos de manera verbal, es decir, el “profe” es el sujeto activo y el niño, el pasivo.

En la pedagogía activa lo que se pretende es que el niño salga de esa pasividad (que le aburre y que termina adormeciendo la curiosidad innata por aprender) y que pase a ser el sujeto activo.

El “profe” a lo que se dedica es a facilitar la actividad, observar los intereses del niño y despertar el interés.

¿Cómo?

Hay varias metodologías: Montessori, Waldorf, por proyectos, inteligencias múltiples

Como no soy una experta en el tema, os dejo algunos enlaces para que investigéis vosotros mismos y me centro en hablaros de mi experiencia como madre.

Mi experiencia como madre

Cuando mi hijo mayor empezó a ir al colegio tenía tres años, no había estado en guardería e iba ilusionadísimo con eso de ser mayor, ir al cole, aprender las letras y los números, etc.

El primer día, cero lágrimas pero a medida que avanzaba el tiempo le iba pesando más estar separado de su familia durante cinco horas diarias, estar sentado y en silencio, hacer tareas pesadas, jugar poco rato y casi siempre de manera dirigida; entonces fue cuando vinieron los llantos, las pesadillas y los cambios repentinos de humor, hasta que se fue conformando ¡qué remedio!

Sin embrago, cuando el pequeño comenzó en Myland pude estar con él dentro del cole todo el tiempo que necesitó hasta que se sintió seguro y cómodo. A partir de entonces, empecé a dejarlo de manera progresiva, es decir que el período de adaptación va al ritmo del niño y no al revés. Supongo que habrá a quien, por motivos laborales, esto le podrá resultar muy difícil pero creo que merece la pena invertir días de vacaciones o asuntos propios para evitar un mal trago al niño que además le predispone negativamente al cole. Tengo entendido que hace años en todos los colegios había una semana de período de adaptación que fue eliminada por el gobierno de Zapatero, como “medida para conciliar la vida laboral con la familiar” ¿? A eso más que conciliación deberían llamarle aparcamiento: los colegios tienen que ser el lugar que los niños necesitan para aprender y convivir y no el sitio donde los aparcamos durante el tiempo que los padres estamos trabajando. Eso no es conciliación.

En el cole de pedagogía activa, el período de adaptación fue para los dos: para el niño y para mí. Además me permitió realizar una auténtica inmersión en esta forma de enseñar. Tengo que confesar que como auténtica dummie que soy al principio pensé que lo único que hacían era jugar libremente pero ¡qué equivocada estaba!

Los “acompañantes”, que es como se llaman allí a los docentes, observan a los niños y les van introduciendo el conocimiento sin dirigir, sólo proponiendo. Y así, lo que aprenden, lo aprenden de verdad, se les queda, lo interiorizan.

Los docentes: pedagogía activa versus convencional

El tema de los docentes es otro punto muy positivo de esta escuela: conocen a los niños de forma totalmente individualizada, a tener muy en cuenta que hay una ratio de un profesor por cada 8 alumnos, impensable ¿verdad? Lo que primero hacen estos profesores es aprender del niño, es decir, observarle para saber cuál es su forma innata de aprender y a así ellos saben qué estímulos pueden resultar con él. Aquí entran en juego las llamadas inteligencias múltiples.

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Cuando hablo con los profesores de mi hijo pequeño (ojo al manojo, que lo que voy a decir es muy grande) me descubren aspectos que ni yo había observado. Esto, en el colegio convencional con 25 niños en un aula, es más bien todo lo contrario, sólo cuando una misma maestra ha estado más de un curso con mi hijo mayor empiezo a notar que lo conoce.

Los docentes de las llamadas escuelas alternativas son personas formadas, con mucho amor por los niños y pasión por su trabajo; los del colegio convencional ¡también!… en la gran mayoría de los casos, lo que ocurre es que basta con que a tu hijo le toque durante un año una persona sin vocación para que ese curso sea un total y absoluto infierno, a nivel educativo, emocional, psicológico y familiar ¡Ojalá todos los profesores fueran conscientes de lo importantes que son!

Pedagogía activa: ¿Al alcance de todos?

Sé lo que estás pensando “un cole de estos tiene que valer un pastizal”. Desgraciadamente, este tipo de educación suele ser privada, aunque bien es cierto que ya hay colegios públicos y concertados que están implantado pedagogías activas, sobre todo en infantil pero también en otras etapas. Aquí tienes una web en la que puedes buscarlos por comunidades autónomas y provincias: Ludus

Nosotros hemos tenido la grandísima suerte de habernos topado con una  fundación sin ánimo de lucro, es decir, que el dinero que pagamos los padres se destina al propio sostenimiento del proyecto;  nos cuesta menos de la mitad de lo que valen otros colegios similares.

Porque toda esta teoría está muy bien, pero si no se convierte en algo elitista, sólo al alcance de unos pocos.

Es posible, en los colegios convencionales, ir introduciendo algunas medidas que no son cuestión de dinero sino de conocimiento y voluntad: más tiempo de juego libre, aprendizaje por proyectos (no sólo en infantil sino en todas las etapas), período de adaptación a la medida del niño, materiales manipulativos y autocorregibles, etc…pero, por supuesto, también tenemos que demandar a nivel administrativo que se invierta más en investigación, en la formación del profesorado, que se baje la ratio (menos alumnos por profesor) y que los padres tengamos más capacidad de participar y decidir en el colegio.

Os confieso que hay días que cuando dejo a mi hijo mayor en el colegio siento resignación y cuando dejo al pequeño, cierta rabia: todos los niños deberían ir a un cole donde la principal preocupación sea que crezcan felices.


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Foto cabecera: Pixabay

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