Hace aproximadamente un mes le hicieron a nuestro hijo una prueba de provocación de alergia, para lo que tuvimos que estar toda la mañana en el hospital. Da tiempo a hacer enemigos (una niña le mordió y todavía tiene la marca) pero también grandes amigos.
Carlos pasó gran parte de la mañana hablando con una señora que desde el primer momento cayó muy bien al peque. Cuando nos despedimos, Unax le dio un besito que según nos dijo era el mayor regalo que había recibido en mucho tiempo: el amor desinteresado de un niño que apenas la conocía. Ella nos regaló a nosotros este vídeo, ¿Bailamos?, de JAF Producciones, que cuando vimos nos emocionó.
¿Bailamos? © por jafproducciones
Me sonaba haber visto este vídeo antes y haberme emocionado también, aunque seguramente los motivos habían sido otros, porque entonces no era madre ni me había decido a emprender mi propia aventura laboral.
Grandes reflexiones en un pequeño vídeo
1. Los niños necesitan jugar
¿Bailamos?, de JAF Producciones nos recuerda que los niños necesitan jugar. El juego es su forma de experimentar, de probar, de equivocarse, de aprender, de acertar…
Hay días, especialmente los fines de semana, en que pasamos más tiempo fuera de casa, en general con los abuelos. El peque no para. Se lo pasa genial. Es feliz. Pero cuando llegamos a casa, sea la hora que sea, se reencuentra con sus juguetes y necesita jugar. Y con esto no quiero decir que para jugar tenga que haber juguetes de por medio. Hablo más del juego que brinda la tranquilidad del hogar.
2. Los niños no son amigos de las prisas
Los niños tienen su propio ritmo, un ritmo incompatible con el que nos impone nuestra sociedad actual. Unax amance entre las 8:00 y las 10:00 de la mañana, según lo cansado que esté y el ruido que hagan los vecinos. Cuando se despierta nos llama y remoloneamos juntos un ratito más. Después desayunamos, los tres sentados a la mesa. Mira las galletas, las huele, la moja en la leche, se le caen, las rescata, hace olas, alguna vez, irremediablemente la acaba derramando… Después juega un rato y llega un momento en el que quiere ducharse. Toda esta rutina es incompatible con el estrés de llegar a tiempo a trabajar o a la guardería. Si algún día, por lo que sea, tenemos que someternos a un horario y vamos con prisa, lo lleva mal. Nosotros estamos más nerviosos y sin duda se lo transmitimos.
3. Las extraescolares no nos harán más listos
Las extraescolares están siendo utilizadas como recurso para alargar la jornada de los hijos hasta que los padres salen de trabajar. Son una herramienta para facilitar la conciliación de los padres, pero ¿qué pasa con la conciliación de los hijos?
Cuando yo era pequeña hacía gimnasia rítmica, tenis, inglés, francés y piano. Mis padres no trabajaban por la tarde, así que no era por necesidad, sino con el pleno convencimiento de que me vendrían bien. El deporte me vino muy bien para tener una infancia saludable, la música me enseñó a ver las cosas de otra forma y los idiomas me sirvieron para irme de Erasmus, una experiencia que cambió mi vida. Sin embargo, tengo marcado a fuego un comentario que me hizo un día un amigo: “Entonces, ¿tú nunca tienes tiempo libre?”. Lo cierto es que no tenía mucho, de hecho rara vez llevaba los deberes hechos a inglés, francés o piano. Toda mi vida he tenido una inmensa lista de “quereres” que nunca tenía tiempo para hacer (también es verdad que siempre he sido una persona muy inquieta). No sé si esta era otra enseñanza que querían transmitirme mis padres: la vida es así, nunca hay tiempo para todo, hay que priorizar, elegir… en definitiva, tenemos que aprender a conciliar desde niños.
4. Es mejor vivir el presente que lamentarse por el pasado o soñar con el futuro
Nos enseñan a lamentarnos por el pasado y a preocuparnos por nuestro futuro, y cuesta mucho despojarse de ese aprendizaje mamado desde niños. Sin embargo, como dice el vídeo, “no hay nada que puedas hacer hoy que te garantice tener dinero dentro de 20 años”, a lo que yo añado, ni siquiera hay nada que te garantice estar vivo dentro de 20 años. Por eso, más nos vale aprovechar el presente.
Desde que nos decidimos a emprender nuestra propia aventura laboral, a menudo tenemos que responder a preguntas como “¿qué pasará si sale mal? ¿y si os quedáis fuera del mercado laboral? ¿y si no encontráis trabajo? ¿y si os desahucian? ¿y qué pasará cuando os jubiléis? ¿qué pensión os va a quedar?”.
La respuesta más educada que tengo a estas preguntas es que por lo menos no viviré el resto de mi vida lamentándome por no haberlo intentado y esperando que ocurra un milagro que cambie las cosas en vez de intentar cambiarlas yo.
5. La pasión puede abrir puertas
“Ser bailarina no te dará de comer”, le dice el padre a su hija.
Se me ocurren varios bailarines, futbolistas, escritores, pintores, músicos… que viven de su pasión convertida en profesión. ¿Que no son mayoría? ¡Cierto! Pero también conozco muchos abogados, arquitectos, ingenieros y, ¡cómo no!, periodistas, en paro. Bueno, lo del periodismo ya me lo advirtió mi madre, pero hasta la fecha he sabido reciclarme, adaptarme a los tiempos y no he tenido problema. Además la formación recibida durante la carrera (y eso que no fue para echar cohetes) me amuebló la cabeza y me enseñó a buscarme la vida.
Dicho esto, creo que es mejor ser una bailarina apasionada que un abogado por obligación.
Y termino este post con la contundente frase final del vídeo:
[quote_center]Si tu vida no te permite cada día jugar, bailar, vivir… cambia de vida.[/quote_center]