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Eduardo Madinaveitia Foronda
Nacido en 1950
1 hija (1979) y un nieto (2013)
Matemático. Investigador de medios
http://blogs.20minutos.es/masquemedios/
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Hola, soy Eduardo, el abuelo de Unax, el niño que, indirectamente y sin quererlo, puso en marcha todo esto.
De vez en cuando voy a colaborar en el proyecto #mamiconcilia.
Para empezar voy a contar mi experiencia de conciliación.
Pronto hará cuarenta años de nuestra boda. Tanto Maxi como yo trabajábamos entonces en RTVE; los dos habíamos hecho oposiciones y disfrutábamos de una situación envidiable, que vista desde ahora casi parece increíble: teníamos un sueldo (dos) más que aceptable, un horario de 8 a 3 y un empleo fijo…para toda la vida.
Tras mi etapa en el colegio mayor yo había vivido dos años en un piso de estudiantes y ya sabía que ni se me daban bien ni me gustaban las tareas del hogar. Aunque en aquélla época todavía se hablaba poco de corresponsabilidad, tampoco parecía lógico que Maxi, que trabajaba fuera de casa igual que yo, cargara con todo. Decidimos que, mientras pudiéramos pagarlo, tendríamos a alguna persona para que nos ayudara. Siempre ha sido así, salvo los momentos de transición, lo que en estudios de ocupación se llamaría paro (situación en este caso) estructural.
Durante muchos años yo tuve además la suerte de trabajar cerca de casa, con lo que ahorraba todo ese tiempo que casi todos perdemos en Madrid y en otras grandes ciudades, en los traslados de ida y vuelta al trabajo. Siempre lo cuento: a pesar de haber trabajado en lugares muy diferentes, hasta los sesenta años no tuve que coger el coche para ir a trabajar.
Cuando nació Usúe también pudimos repartirnos las tareas. Al principio, además, nos ayudaba Meli, la hermana mayor de Maxi, que aún estaba soltera y no se había trasladado a Murcia.
Muchas cosas las compartíamos. Casi siempre íbamos los dos a buscar a Usúe al colegio por la tarde (yo, como trabajaba cerca, había días que incluso llegaba para acompañarle cuando volvía al cole después de comer); siempre fuimos los dos a las reuniones con los profesores. Yo recuerdo sobre todo la ayuda (el acompañamiento más bien, ella solía hacer las cosas por su cuenta) en las tareas del colegio y las lecturas por la noche. Los dos recordamos que en ocasiones yo me inventaba cuentos nuevos para contarle; en cuanto tuvo facilidad para leer empezamos a compartir lecturas (una página tú, otra yo,…): así leímos Moby Dick, La isla del tesoro o La historia interminable, además de casi todos los relatos de Roal Dahl.
Creo que establecimos una muy buena relación, que se ha mantenido para siempre.
Maxi, mientras tanto, sí hacía algunas tareas de la casa: nunca le ha gustado delegar lo de poner lavadoras o friegaplatos.
Cuando Usúe tenía ya 12 años yo decidí cambiar de trabajo. Renuncié a aquél horario envidiable por un trabajo más exigente, pero también más satisfactorio. Y con más compensaciones.
A Maxi le costó entenderlo; creo que nunca terminó de entender mi renuncia a una situación tan cómoda.
Yo he desarrollado una carrera profesional que, probablemente no ha sido brillante pero sí, me ha proporcionado muchos buenos momentos y un montón de buenos amigos.
Alguna vez le oí decir a mi padre que había que tener un objetivo en la vida: dejar a los hijos un mundo mejor, o una situación mejor, que el que uno mismo había vivido.
No sé, no creo, si la generación de mis padres, que en plena juventud vivió la guerra y luego sufrió una durísima postguerra, vivió un mundo mejor que el de sus padres. Creo que mi generación, la de esa transición que ahora se pone en duda, sí lo ha tenido mucho mejor, pero creo que el mundo que hemos dejado a nuestros hijos, el de la precariedad y la inseguridad, no es mejor.
Claro que ahora, a cambio, priman otros valores. Disponer de tu tiempo, de más tiempo, es más importante que disponer de más bienes.
Compartir, conciliar, disfrutar de más tiempo con los tuyos, se valoran ahora más. No sé si porque no queda más remedio.
¿Es mejor este mundo de hoy día que el de hace treinta años? Sinceramente no lo sé; pero espero que el mundo en el que viva Unax, ese sí, sea mucho mejor.