Mª Carmen Sanz
Nacida en 1973
2 hijos (2011 y 2013)
Periodista
A diferencia de otras mujeres que lo tienen claro desde que son pequeñas, mi decisión de ser madre fue tardía. Nunca he sentido “la llamada de la maternidad” o el “reloj biológico” o cómo quiera llamarse, simplemente un día pensé, ya pasados los treinta, que tal vez me había perdido muchas experiencias en mi vida y que no quería que la maternidad fuese una de ellas.
En el plano laboral llevaba varios años cambiando de trabajo siempre con el objetivo de lograr estabilidad y un sueldo digno. En el momento que me planteé el tema del embarazo me llamaron de una empresa multinacional, un trabajo bien pagado y relativamente cerca de casa, así que decidí aplazar el tema de la maternidad al menos un año más.
Entré en esta empresa con un contrato temporal, siempre con la promesa de que a los seis meses me harían fija. Pasaba el tiempo y el contrato fijo no llegaba, y yo iba enlazando contratos temporales uno tras otro. A los dos años la empresa, por ley, no podía seguir contratándome, así que me echaron tres meses al paro para volver a contratarme de nuevo pasado ese periodo.
Pasaron los años y me quedé embarazada pero tuve un aborto, al que siguió otro más del que no se enteró nadie puesto que en esta segunda ocasión no abandoné el puesto de trabajo pensando que si veían que tenía intención de tener un hijo mi continuidad en la empresa podía peligrar.
Llevaba ya más de dos años trabajando allí y siempre esperando ese “contrato fijo” que me seguían prometiendo y nunca venía. Cuando volví a la empresa tras el paro me volví a quedar embarazada. Me habían seguido haciendo contratos temporales por una ETT y yo pensaba que mi puesto, estando embarazada, estaría garantizado. Ya incluso hacía planes pensando que me cogería la jornada reducida y mirando las guarderías que había cerca del trabajo para ir solicitando plaza.
Justo cinco días antes de que me cumpliese el contrato, cuando estaba embarazada casi de 7 meses, se me ocurrió llamar al departamento de RRHH para preguntar cuándo tendría que firmar el nuevo. Me llamaron media hora después para que subiese al departamento financiero, en el que me esperaba el director financiero de la empresa para decirme que “como estás embarazada y vas a estar de baja no nos interesas” y para proponerme que firmase la conformidad de la indemnización. “Sabemos que no es ético lo que estamos haciendo, me dijo, pero mira, en vez de dejar que cumpla tu contrato te vamos a echar para que así no tengas que declarar la indemnización a Hacienda”.
No me acuerdo ni lo que le dije; me quedé en shock.
Al salir del despacho mi jefe directo se acercó a mí y me dijo que él se había negado a darme la noticia cuando se lo dijeron, porque le parecía una canallada.
Consulté con un abogado el caso y me dijo que denunciase, que lo teníamos ganado, pero tuve miedo, tuve miedo de perder, de que no volviesen a llamarme de otro trabajo, pero sobre todo tuve miedo de que con los nervios de un juicio le pasase algo a mi hijo y nunca me lo perdonase.
Pero lo más terrible de ese momento no es quedarte sin trabajo, sino la sensación que tienes de que se ha cometido una injusticia y que no hay leyes para poder impedirla. Después llega la angustia de pensar que no te van a querer contratar en ningún sitio; seamos realistas ser mujer, madre y tener una edad no es que facilite las cosas.
Un amigo, que había trabajado en el área de RRHH me dijo que en la empresa que trabajaba no contrataban mujeres de 35 a 45 años porque estaban en “riesgo” de quedarse embarazadas y luego tener que cuidar a los niños.
Afortunadamente a los siete meses de nacer mi hijo encontré de nuevo trabajo, era temporal, casualmente una baja de maternidad.
Quería tener otro hijo y después de la experiencia en el anterior trabajo decidí que no iba a esperar un contrato o una oportunidad. Simplemente lo haría.
Antes de acabar el contrato me quedé de nuevo embarazada. Unas semanas antes mi jefa me preguntó si querría quedarme allí “Claro que sí, respondí, pero tengo que decirte una cosa, creo que estoy embarazada” (después de mis anteriores abortos no quería decirlo hasta los tres meses). “No importa, me dijo, eso no es un problema”. Imaginaos qué cara se me debió quedar, que tu propia jefa te diga que no pasa nada. Eso, que es lo más normal, nos resulta lo más chocante de todo.
El mismo día que iba al hospital y me habían dicho que había perdido a este bebé mi jefa me llamaba para decirme que me habían hecho contrato fijo.
Varios meses después me volví a quedar embarazada de mi segunda hija y ahora mismo he podido pedir la jornada reducida para cuidar de mis hijos y poder ayudar a mis sobrinos en los estudios, ya que se quedaron sin mamá hace 2 años.
En mi caso, como en el de miles de parejas, su papá trabaja por la tarde-noche y es fundamental para nosotros que al menos uno tengamos este tipo de jornada. Además muchas veces tiramos de las abuelas y de otra de sus tías. Nuestra vida es un caos, pero sin todos ellos, sería imposible seguir.