Gareth Collins
Nacido en 1979
Ahora, profesor de colegio; antes, profesor de inglés autónomo
2 hijas (gemelas, 2012)
@ga_collins
Mi pareja Sonia y yo teníamos claro el deseo de crear una familia, aunque nos sorprendió que se quedó embarazada en seguida. Y sobre todo, que esperábamos gemelas – una posibilidad que, evidentemente, ¡no habíamos barajado antes!
A continuación os contaré concretamente, desde mi experiencia personal como padre, nuestra situación particular y las medidas que hemos adoptado para conciliar la vida familiar.
Lo que quedaba claro era la necesidad de adaptar y moldear nuestras vidas al gran reto y cambio que nos esperaba, sobre todo porque no contábamos con la ayuda cotidiana de nuestros padres (los de Sonia viven a dos horas de Madrid y los míos en mi país natal, Gales). Dado que no podíamos permitirnos la posibilidad de que uno de los dos dejase el trabajo, tuvimos que elegir la modalidad de cuidado infantil que mejor se nos adaptase, una vez acabada la baja por maternidad de Sonia. En nuestro caso, aunque en principio íbamos a buscar una cuidadora, al final optamos por la guardería recién inaugurada en el mismo edificio donde vivimos.
Sonia tiene un puesto muy estable de administrativa en una empresa pequeña desde hace más de diez años y sus jefes le facilitaron la opción de trabajar una jornada intensiva de 8:00 a 16:00 y así poder estar en casa con las niñas mucho antes de lo que hubiese sido posible con su antiguo horario. En ese momento yo trabajaba como profesor de inglés autónomo: daba clases sobre todo en empresas y contaba con una clientela leal y con bastante flexibilidad con la que pude organizarme el horario y hacer retoques puntuales en él. Esta flexibilidad nos vino muy bien en las múltiples ocasiones que tuve que acudir a la guardería para recoger a alguna de las niñas que se puso malita o para estar en casa un día entero. Evidentemente hubiera sido bastante más complicado que Sonia volviera a casa temprano tantas veces como lo hice yo. Sin embargo, a pesar de la comprensión de mis alumnos, me supo mal no poder recuperar gran parte de esas clases perdidas, y además resultó en una facturación ligeramente más baja algunos meses, aunque realmente no nos afectó mucho económicamente.
En cuanto a mi trabajo, había tenido bastante éxito a lo largo de la crisis económica. Tuve un alumnado estable y siempre me llegaron muchas más consultas sobre clases nuevas de las que pude atender. A pesar de los riesgos y los gastos de ser autónomo, vivía bien y además sentía que mi trabajo era muy seguro porque no dependía demasiado de un único cliente. Así que no pude quejarme para nada.
Eso sí, decidimos que sería muy interesante para la organización general de nuestra familia y la preparación académica de nuestras hijas que me preparara para hacerme profesor de colegio. Aunque ganaría menos que antes, sería un sueldo más regular, las vacaciones pagadas, una cotización mayor de seguridad social etc., y en principio conllevaría una serie de ventajas interrelacionadas y centradas en la idea de llevar a mis hijas al colegio donde trabajase:
- La conveniencia logística que tal decisión implica.
- La posibilidad de meterme en un colegio acorde con mis principios.
- Poder seguir los progresos de mis hijas más de cerca.
- Mirar colegios privados que bajo otras condiciones estarían fuera de nuestras posibilidades (ya que, en general, los profesores de los colegios privados pueden llevar a sus hijos allí pagando solamente las extras como las comidas etc.).
- El beneficio económico de compartir el mismo horario y calendario que mis hijas. Muchas familias se dejan un dineral en campamentos, niñeras, y actividades extraescolares para cubrir la falta de sintonía entre sus compromisos escolares y laborales.
- El beneficio emocional de compartir el horario y el calendario: de esta forma tendría la suerte de pasar mucho más tiempo con mis hijas de lo que puede hacer la gran mayoría de los padres.
- Por otra parte resultaría un progreso interesante en mi carrera. Consideraba de forma seria esta idea como un futuro paso de todas formas, pero se convirtió en una necesidad antes de lo previsto, con la llegada de las niñas.
Para dar frutos a este proyecto, tuve que cursar lo que antes se denominaba el CAP, pero que ahora se ha convertido en un máster mucho más exigente de un año académico de duración, con un período obligatorio de prácticas en un colegio de unos 2-3 meses. Buscaba un curso que me ofreciese la posibilidad de compaginar el trabajo con los estudios y encontré uno en una universidad privada en Madrid en el que se daba clase los viernes por la tarde y los sábados por la mañana. Pasé por un proceso agónico de acceder a la plaza, pidiendo y traduciendo mucha documentación sobre mi carrera a la universidad donde me gradué en 2001 en el Reino Unido. Luego hablé con mis alumnos sobre los cambios y anulaciones que podían surgir debido a mis compromisos académicos y quise organizar personalmente una plaza de prácticas para poder ajustar el horario para poder seguir con algunas clases durante ese período. Afortunadamente un conocido que ahora es amigo mío me ayudó e hice mis prácticas en el colegio donde trabajaba, bajo su tutelaje.
El período del máster abarcó más de siete meses, incluido todo el segundo invierno de la vida de mis hijas. Ha sido el período más difícil de mi vida por la carga del trabajo y estudios, y tener que apoyar a mi pareja que también pasaba ratos muy complicados en casa a solas con las niñas cuando daban mucha guerra y no podía salir por las inclemencias del tiempo. Además tuve unos problemas de salud personales que me afectaron en esa época: me ingresaron casi una semana en el hospital por una enfermedad de las plaquetas, y tuve muchos episodios de una especie de alergia muy rara de la que soy sufridor. Hasta que no me hicieron el cursillo de autoadministración iba al hospital al menos una vez la semana para recibir tratamiento, con la consiguiente pérdida de clases, ingresos, inconveniencia y estrés que esto producía, en un período ya de por sí complicado.
La buena noticia es que tuve éxito en mis estudios y obtuve este título oficial que me posibilita ejercer la profesión docente en los colegios de España. Encontré una plaza de trabajo bastante pronto y empecé en septiembre 2014. Me está gustando e inspirando mucho la nueva vida en un colegio muy agradable y de buena reputación, y tenemos previsto que las niñas empiecen allí el curso que viene. La dificultad que más nos complica la vida este año es cuando se ponen enfermas las niñas, porque ya no puedo cancelar las clases como antes. Sin embargo, a medida que vayan creciendo, esto debería pasar cada vez menos, y en estos momentos tenemos la ayuda de mi suegra, eso sí, con algo de antelación, ya que tiene que coger el autobús a Madrid. Tengo una sensación de haber luchado durante unos tiempos complicados con éxito y que como resultado se ha podido suavizar el camino que tenemos por delante.
No obstante, sólo he comentado mi experiencia y sacrificios personales, y hay que hacer hincapié en los grandes sacrificios de Sonia, que ha estado al pié del cañón con las niñas a lo largo de este tiempo, cuando a veces, he de decirlo, ir a clase algún sábado me resultó casi un descanso. Y también de la hermana de Sonia, que vive muy cerca de nosotros y para nosotros es una gran ayuda y apoyo fuera de su horario laboral.
Quiero resumir afirmando que, a pesar de las noches en vela, las enfermedades, las dificultades, y las ansias, sé que todo ha valido la pena cuando miro los progresos de Emma y Sara cada día, se ríen, me dedican una sonrisa y un beso, jugamos, charlan en su lenguaje bebé-spanglish particular…