Testimonios sobre conciliación

La gran decepción

Eva Portela

Nacida en 1969

2 hijxs, nacidos en 2004 y 2009

Fundadora de The Room Research

Cuando Usúe me planteó contar mi testimonio sobre cómo se ha desarrollado mi carrera profesional y mi vida personal, en un principio me pareció un ejercicio fantástico de repaso que con la perspectiva del tiempo me iba a resultar agradable. Sin embargo, empecé a procrastinar y no soy nada dada a hacerlo. Más bien soy lanzada y le pongo un montón de ilusión a cada proyecto, pero este artículo me daba miedo, porque sabía que iba a remover sentimientos y momentos que viví nada agradables, tanto en lo profesional como en lo personal. Pero aquí estoy. Por fin me lanzo y si a alguna os sirve, bienvenido sea.

Yo soy gallega, de A Coruña, y cuando terminé COU, sí, había COU, mi único objetivo en la vida era estudiar Publicidad y llegar a ser copy en una agencia. Y eso hice. Con mucho esfuerzo por parte de mis padres, me mandaron a Madrid, estudié Publicidad, terminé y aún guardo los CV megasupercreativos que mandé a las agencias y que alguno cayó en gracia y me salieron prácticas varias.

Eran los años 90 y tuve mucha suerte porque pillé una época dorada de la Publicidad en España, de hecho, enseguida metí la cabeza en una Agencia puntera del momento y ahí empezó mi carrera. Pero no fue en el Departamento creativo, sino en el incipiente de planificación estratégica donde tuve a una jefa fantástica que tuvo la santa paciencia de enseñarme cómo aplicar la investigación de mercados a la comunicación y al conocimiento del consumidor. A partir de ahí asumí que nunca sería redactora. Primera vocación frustrada, pero encontré otra pasión a la que sigo enganchada y que me sigue dando de comer 25 años después. Pero había que aprender más, me faltaba conocimiento y herramientas y necesitaba aprenderlos, así que dejé el mundo de la Agencia y di el salto a un Instituto de Investigación de mercados, donde, por segunda vez, tuve una Directora General estupenda que se volcó en enseñarme todo aquello que mi ilusión no suplía: técnicas de investigación, análisis de la información y me dio la confianza suficiente como para vencer mi inseguridad e ir ganando tablas en las presentaciones.

Al cabo de unos años, notaba que me estancaba y dos compañeras me propusieron montar nuestro propia empresa, y ahí me fui de cabeza: busca oficina, busca cliente, busca y forma equipo, busca más clientes, crece y crece. Fueron 10 años fascinantes en los que no hice más que trabajar, pero me gustaba tanto que no importaba casi no tener vida personal. Pero la vida te da sorpresas y conocí al que sólo un año y medio más tarde se convertiría en el padre de mis dos hijos: Claudia y Pablo. Cuando nació Claudia, yo estaba convencida de que podía continuar con mi ritmo de trabajo y a los cuatro meses la dejamos a cargo de una persona que la cuidaba en casa y yo sólo la veía cuando llegaba por la tarde casi a punto de baño y cuna. Cada día me marchaba de casa con una culpa y una angustia tremendas porque sabía que no estaba haciendo lo que yo quería y lo que mi niña necesitaba. Así que mi ilusión por el trabajo decayó. En la oficina sólo pensaba en cómo estaría ella, y en casa me atacaba la culpa de no llegar a todo en el trabajo. Así que, después de darle mil vueltas les planteé a mis socias una reducción de jornada hasta que mi hija tuviera dos años, y ahí sí, ahí vino la gran decepción: mis socias, mujeres y amigas, me dijeron que eso era imposible, que una Directora de Estudios no podía reducir su jornada, que los estudios no se hacían solos y que tenía que renunciar a mi puesto, a parte de mi salario y a mi bonus si quería trabajar menos horas.

Cuando lo recuerdo, aún duele, y eso ocurrió en el 2007. Estuve en shock varios días, no sabía por dónde tirar, sólo sabía que no quería continuar en un sitio que me trataba de esa manera y que me obligaba a sacrificar tanto. Lo hablé con mi pareja y lo dejé. Renuncié a mucho. Me sentí pisoteada, estafada y muy dolida porque perdía mi entorno laboral y a dos personas que habían sido muy importantes para mí. Pero lo que gané fue mucho. Disfruté de Claudia al máximo y cuando ya me vía preparada, no tardé mucho, recobré las ganas y la ilusión y comencé de nuevo, yo sola pero libre. Y ahí nació The Room Research, a la que estoy profundamente agradecida porque, aunque emprender no fue, ni es, fácil, me ha permitido disfrutar de mis hijos al máximo, disfrutar de mi trabajo al máximo y disfrutar de la vida al máximo, pudiendo vivir todas sus luces y sus sombras, pero sin culpa y resquemor. Y aquí seguimos, con ganas de ver qué nos depara el futuro.

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