¿Qué significa quiero ser mujer?
Hace unos años, leí un artículo sobre un hombre que quería ser mujer. Llamó mucho mi atención y me pareció un acto de decisión y libertad admirable. Decir eso en esta sociedad… qué valentía. Entonces pensé: ¿qué significa “quiero ser mujer”? ¿tener el pelo largo? ¿llevar tacones? ¿pintarse los labios de rojo? ¿ser madre? ¿esposa? ¿tener sensibilidad “femenina”? Todo esto podría ser si no fuera porque hay miles de mujeres que llevan el pelo corto, que no se pintan, que no llevan tacones, que no tienen hijos, que no están casadas y ni te quiero contar de la sensibilidad femenina, que fui a la consulta de una ginecóloga una vez… que parecía un madelman, por la falta de sensibilidad, claro, porque “mona” era “monísima”.
Malditos estereotipos… todos sociales, todos creados y acuñados durante siglos a conveniencia. Todos nos perjudican o, al menos, no nos ayudan demasiado.
El tratamiento de la mujer en la prensa digital y las redes sociales
En 2015, tras diez años de trabajo constante, intermitente, con ilusión, sin ella, con escaso tiempo, pero con mucha perseverancia, finalicé, al fin, mi tesis doctoral denominada La construcción del sujeto Mujer como objeto social y cultural de los medios de comunicación digitales. Análisis de sus contenidos y efectos. Sé que el título no da muchas ganas de leer más pero, ya sabéis, exigencias académicas. En realidad, siempre quise que mi tesis fuera asequible y, sobre todo, que sirviera para algo. En general, consiste en un estudio del tratamiento que se hace de la mujer en la prensa digital y en las redes sociales desde 2006 hasta 2015. Tanto las conclusiones como las recomendaciones son útiles y prácticas, especialmente para los medios, con capacidad de influencia suficiente como para sumar o no en la construcción de una imagen de la mujer que sea más positiva y real y que genere más valor social, económico, cultural y político. Como todavía no puedo compartirlas, a la espera de su publicación, sí que me gustaría contaros cómo surgió una tesis así.
Centros de promoción de la mujer
Aunque mi formación preliminar fue en Educación, Empresariales y Ciencias de la Información, siempre fue un tema que me interesó. No especialmente por ser mujer, sino por todo lo que había observado a mi alrededor: comenzando por los Centros de Promoción de la Mujer (CPM) de Badajoz, de la mano de mi querida Nolita Martín, un modelo de persona, voluntaria en prisiones durante más de tres décadas, a la que nunca he visto en la prensa. Gracias a ella, pude observar de cerca, por primera vez, una desigualdad abismal entre hombres y mujeres. Las mujeres pacenses, relegadas a tareas del hogar, tenían dificultades para obtener ingresos económicos, más allá de la limpieza, el cuidado y el mantenimiento de otros hogares que no eran los suyos, lo cual era un verdadero problema cuando faltaba la pareja, ya fuera temporal o permanentemente; de modo que los CPM empezaron a trabajar para alfabetizarlas, tanto analógica como tecnológicamente. De ahí salió más de una cooperativa y muchas oportunidades y apertura de puertas para personas que no veían más futuro que el quedarse a esperar a que sus maridos trajeran el pan a casa (mientras escribo esto me da la sensación que es algo del siglo pasado pero lo cierto es que los CPM todavía son necesarios y siguen participando activamente en muchas comunidades españolas, aunque a penas tienen repercusión en prensa).
Voluntaria en Bosnia
Más tarde, en 1997, tuve la oportunidad de ir como voluntaria a Bosnia. Era la primera vez que hacía algo así. Nunca pude imaginar lo que me encontraría. Afortunadamente, nunca he vivido una guerra pero ya he visto postguerra suficiente como para ser una pacifista convencida y luchadora. Los primeros días comenzamos ayudando con lo poco que teníamos, buena voluntad y poco más. Recuerdo en el orfanato de Čitluk, repleto de niños y niñas, algunas sordas, otros mutilados por las bombas, con una necesidad maternal indescriptible… que nos encogía el corazón. Venían hacia nosotras, abandonados, solos, sin entender nada… Empleábamos todo el tiempo posible en jugar con ellos a adoptar roles saludables, esperanzadores, con futuro. Unas querían ser peluqueras, otros maestros… se te subían como koalas. En menos de un minuto podías sentir todo el amor y la necesidad del mundo entre sus brazos. Había muchas voluntarias, todas mujeres. A ninguna de ellas la vi en la prensa o en la televisión.
También participamos en los campos de concentración, antiguos vagones de trenes abandonados a su suerte, de los que muchas familias, todas rotas, cercenadas, habían hecho sus hogares. Recuerdo a Helena, ofreciéndonos todo cuanto tenía que era nada. Recuerdo un poster de Sensación de vivir. ¡Qué alegría encontrar algo común que nos uniera! Algo que no estuviera relacionado con la muerte y la tristeza… Comenzamos a cantar, a bailar, a señalar cuál personaje nos gustaba más. Su madre, sus hermanas, todas muertas, solo su padre y ella, sobreviviendo cada día. Y ella responsable de animarle, de curarle las heridas de fuera y de dentro, dándole de comer… Por último, los asilos para ancianos, sin agua, ni electricidad, con un hedor que obligaba a muchos voluntarios a llevar máscara para no vomitar. Pero con una dignidad… Allí conocí a Anna y su sonrisa. Una señora de ochenta años que me pedía tabaco para fumar mucho y así poder reunirse pronto con su marido y sus seis hijos lo antes posible, todos asesinados en la guerra. Ninguna de estas mujeres salió en las noticias, no al menos como heroínas aunque sí, amontonadas, como víctimas.
Mi regreso a España estuvo plagado de vergüenza por no poder hacer más y de orgullo por todas aquellas mujeres valerosas que seguían teniendo esperanza, que seguían protegiendo a los suyos y por todas aquellas que perecieron en el intento.
Empoderamiento femenino
Con la ayuda de los CPM, la asociación de vecinos, la parroquia de los oblatos y muchas muchas voluntarias, empezamos a trabajar en el Centro Social del barrio en el que nací, el Gurugú de Badajoz. Formación, Cultura, empoderamiento femenino… Nos encontrábamos con historias increíbles de mujeres fuertes capaces de vencer cualquier dificultad por los suyos. Mujeres maltratadas, desamparadas, mujeres invisibles, mujeres mordaza… Había tanto que hacer… allí, tan cerquita de casa…
Expedición a Palestina
Desde aquella época, he tenido la oportunidad de participar en otros proyectos que me han tocado, como Marhaba, una expedición a Palestina de mujeres para ayudar a mujeres maltratadas y sin recursos. Una experiencia única con mujeres únicas que tampoco salieron nunca en la prensa.
Conductas poco equitativas
Pero fue, cuando empecé mi vida profesional como consultora, porque me gustaba trabajar con personas y porque quería ser autosuficiente y no deber más de lo que me deben a mí, cuando tuve la suerte de trabajar de nuevo con mujeres, esta vez ejecutivas. Entonces me di cuenta de que no había mucha diferencia con lo conocido hasta entonces. Sí, se suponía que estas mujeres eran más libres, con mayor autonomía económica y social, pero yo no lo veía. Por el contrario, además de ocuparse del hogar, además, también tenían responsabilidades profesionales.
Pronto cumplí los 30 y las personas a mi alrededor comenzaron a casarse. Incluso en ellos observaba conductas poco equitativas. Algunos, mientras sus mujeres esperaban tumbadas en su último mes de gestación, se iban de fiesta con amigos, aburridos de tanta espera. Y, cuando empecé a trabajar con directivos, y lo digo en masculino y no en genérico, me di cuenta de que sus horarios no solo eran anticonciliadores sino que tampoco tenían mucho interés porque fueran lo contrario. Ellos llegaban a su casa a la hora de la cena, con los niños ya bañados, cenados y acostados, como seres familiares de fotografía.
Todo esto hizo que me sintiera responsable. Todas esas mujeres, mi madre, mi hermana, yo… Así es que sí, creo firmemente que hay una desigualdad entre hombres y mujeres y creo que esa desigualdad es, sobre todo, social y construida. Una sociedad que sigue defendiendo un modelo de mujer madre, esposa y profesional que no ayuda más que para crear psicosis terribles en todas aquellas que no lo consiguen. Estoy convencida de que todo aquello que se puede construir también se puede destruir y volver a construir mejor. Los estereotipos deberían ir a la guerra.
La mujer en los medios digitales
No vi a ninguna de todas esas mujeres en los medios y no encontré nada con mayor influencia que ellos, nada que pudiera ayudar más a fomentar una imagen de la mujer más responsable, más humana, más equitativa. Los Medios son un reflejo de la actualidad social aunque, después de tantos años de análisis, me temo que, también, una causa.
Y, por estas causalidades de la vida, en 2006, llegó a mí un trabajo de investigación realizado en la Universidad CEU San Pablo titulado El posicionamiento de la Mujer en la prensa digital española. Fue toda una inspiración. En él se abordaba el posicionamiento de la mujer en la prensa digital para comprobar si la incorporación de la mujer a la vida laboral y el debilitamiento de algunos estereotipos estaban representados, y si había cabida para otro tipo de contenidos que ofrecieran la oportunidad a la mujer de ser noticia por cuestiones más innovadoras y acordes a los tiempos que vivimos.
La conclusión principal de este trabajo fue un estereotipo conocido por todos y rancio a no poder más: La mayor representación femenina corresponde a las secciones de Gente, Sociedad y Cultura, por este orden. Las mujeres salían poco en la prensa, a excepción de la rosa y la amarilla, ahí eran y son protagonistas absolutas. Decidí continuar esa línea de investigación, pensando que, con el avance de Internet y el nacimiento de las redes sociales, algo habría cambiado.
Ya os adelanto que mi estudio, constatado una década más tarde, no lo mejora. Espero, al menos, que sirva para concienciar y dar luz a todas esas mujeres, personas maravillosas que siguen en la sombra.
Ana Orantos
@orantos
Mamá de Ernesto
Doctora en Ciencias de la Comunicación y la Sociología
Directiva y fundadora de AUDAZiA
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