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La vida personal contaminada por la laboral

Hace unos días os contaba que había participado en el Whitepaper de la conciliación promovido por Edenred. Esta fue mi aportación:

Hasta que fui madre, el pasado mes de noviembre, nunca había hablado de la conciliación de la vida laboral y personal, aunque padecía su ausencia y cada día estaba más quemada.

Salía de casa a las 8:30 para empezar a trabajar a las 9:00, paraba para comer con mis compañeros de 14:30 a 15:30 y volvíamos a sentarnos como mínimo hasta las 18:30. Intentaba no despegarme del asiento para poder salir puntual. Cuando quería llegar a casa, eran como muy pronto las 19:30. Sin embargo, no podía quejarme: había estado en otras empresas en las que teníamos dos interminables horas para comer, lo que hacía que saliéramos todavía más tarde. Además, rara vez se cumplía el horario, con reuniones programadas a la hora teórica de salida y sin hora prevista de fin.

Intentábamos cenar sobre las 21:00, para poder hacer la digestión y acostarnos sobre las 00:00. Nuestro día quedaba reducido con suerte a esa hora y media antes de la cena y un par de horas después. Nos apuntamos a inglés y a bailes de salón, para aprovechar cada tarde esa hora que se convierte en huidiza si no tienes algo específico que hacer. Después de cenar, tiempo para pasear, leer, contestar mails personales, hablar con mis padres por teléfono… no daba tiempo para mucho más. No me quejaba aunque muchas veces tenía la sensación de vivir para el fin de semana y eso me iba minando porque el fin de semana pasa demasiado rápido.

Entonces entró un nuevo director financiero, obsesionado con la productividad, que para conseguir mejorarla, aplicó la siguiente fórmula: Menos trabajadores, menos cualificados, harán más trabajo en menos tiempo. ¿Adivináis cuál fue el resultado? Afortunadamente la empresa contaba con trabajadores responsables, comprometidos con el cliente y un gran amor propio. El trabajo seguía saliendo con unos niveles de calidad aceptables, pero ¿a qué precio? Robando la vida personal a los trabajadores: jornadas prolongadas, trabajo que invade tu casa y contamina tu vida privada, trabajo que te hurta el fin de semana, festivos e incluso vacaciones… y en consecuencia, trabajadores cada vez más quemados y menos productivos.

Cuando se acercaba el momento de incorporarme tras la baja maternal, no lograba imaginarme cómo sería mi nueva vida, con esas escasas cuatro horas que tenía para mí cada día y que ahora tendría además que compartir con mi exigente, a la par que apasionante, vida familiar. Si se me daba bien, podría jugar media horita con mi hijo, antes de darle el baño, la cena y acostarle, sobre las 21:00. Por la mañana, con un poco de suerte, podría verle despierto antes de irme y dejarle con los abuelos, la niñera o en una guardería.

Ante esta situación, cuando llegado el día me ofrecieron salir de la empresa, lo viví casi como un alivio, aunque con mucho vértigo.

Perder el trabajo, teniendo en cuenta que el trabajo es necesario para vivir y también para desarrollarnos como personas, no debería en ningún caso suponer un alivio y, si esto sucede, es que algo no va bien. Entonces decidí investigar cómo hacen otras personas para conciliar su vida laboral con la familiar. Puse en marcha el proyecto #mamiconcilia (y ahora, #papiconcilia) y descubrí que no soy una excepción: gran parte de la sociedad tiene problemas para conciliar y la solución en la mayoría de los casos pasa por renunciar a tu éxito profesional, emprender (y así al menos ser dueño de tu tiempo) o renunciar a gran parte de tu vida familia. Esta última opción, que parece la más aceptada socialmente como “la norma”, en mi opinión redunda en el malestar de los trabajadores y en consecuencia en la falta de productividad laboral. Además, dificulta la vida en familia, lo que acaba provocando menor compromiso, descenso del número de matrimonios, mayor índice de divorcios, caída de la tasa de natalidad,  hiperactividad infantil, fracaso escolar, delincuencia juvenil…

La solución al problema de la conciliación de la vida laboral y personal es compleja e implica a diferentes actores: gobierno, empresas y trabajadores. Sin embargo, toda persona, desde el papel que le toca jugar, puede llevar a cabo pequeños cambios en su vida que poco a poco irán transformando la sociedad. El trabajo por objetivos frente al presentismo y la flexibilidad frente a la rigidez de los horarios preestablecidos me parecen claves para empezar a trabajar empresarial y culturalmente en pro de la conciliación.

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