Para quien haya leído el libro de Katherine Pancol ‘Los ojos amarillos de los cocodrilos’, lo que voy a contar no le sonará a nuevo. Sin hacer spoiler de ningún tipo, únicamente desvelaré que uno de los escasos personajes masculinos de la trama (empresario de éxito) decide en un momento de su vida que no quiere trabajar por las tardes porque prefiere dedicarse a jugar con su hijo. Y así lo hace. Y su negocio no sólo no se resiente, sino que mejora incluso un poco más.
Hasta hoy hemos vivido en la era de la desconfianza laboral: la de los jefes con sus empleados por si se escaquean o usan las redes sociales en el trabajo (algo obvio cuando no les dejan marcharse a casa una vez han finalizado sus tareas) y la recíproca de los trabajadores hacia sus superiores por no reconocerles casi nunca los méritos.
Y, en medio de esta circunstancia, subyace un paradigma heredado de la era predemocrática que dice que, al nacer un hijo y encontrarse en casa con dos progenitores que desempeñan una tarea profesional, casi sin tener que debatir son las mujeres quienes piden la jornada reducida. Algo lógico durante un tiempo si se le quiere dar pecho al recién nacido pero que, una vez pasada esta etapa, es totalmente absurdo.
Podría parecer machista el planteamiento, pero no lo es si atendemos a los estudios salariales: los hombres ganan más que las mujeres por lo que, al margen del rol cuidador preestablecido, suele ser mejor para la economía familiar que él mantenga la jornada íntegra.
Sin embargo, esta circunstancia cambia (o debería hacerlo) en la era freelance del teletrabajo. Por supuesto, hablamos desde una perspectiva de un autónomo (a veces falso autónomo) que sólo trabaje para un cliente determinado, pero es igualmente válida para aquellos a los que les exigen mediante programas informáticos un horario determinado.
Hoy, los profesionales no contratados establecen sus tarifas. Y, al contrario de lo que ocurre en muchas empresas, no hay discriminación monetaria por sexos. Si tú buscas a alguien bueno para un proyecto determinado, en plataformas como Nubelo explicas el perfil que necesitas y los emolumentos y te da igual si es mujer, hombre o extraterrestre, mientras cumpla con lo pactado.
Así pues, en este escenario nos encontramos con dos nuevas opciones: que, aun trabajando ‘a la vieja usanza’, la voluntad del padre sea la de pasar más tiempo con su hijo y por lo tanto plantee una reducción de jornada (algo muy poco común) o incluso que éste sea freelance y pueda organizarse de tal modo que concilie de una manera más sencilla que con los habituales horarios a los que estamos acostumbrados. Pudiendo incluso ganar más dinero por no estar obligado a atenerse a jornadas rígidas sino pudiendo planificarse en función de sus necesidades diarias.