#papiconcilia / Testimonios sobre conciliación

Renunciar a cosas innecesarias a cambio de momentos necesarios

Rubén Gómez

Nacido en 1988  

1 hijo, nacido en 2022

Profesión: Desarrollo de personas y empresas

Recuerdo que la habitación estaba vacía, seguía teniendo algunos muebles, pero no tantos como hacía tan solo unos minutos. Desde mi perspectiva, sentía que esa habitación acababa de ser arrasada por un huracán, el miedo se apoderó de mí. Un celador se acababa de llevar de la habitación número 127 del hospital a la mujer de mi vida en esa cama tan voluminosa. Los minutos previos habían sido de mucho ajetreo entre el personal del hospital. Tras varias horas induciendo el parto, se iba a proceder a una cesárea en la cual no me sería permitido estar. Según las palabras de la matrona, no tendría porque haber complicaciones y tampoco debería de durar más allá de treinta minutos. «Tú espera aquí. Primero subiré con el niño y después subirán a la madre», me dijo mientras cerraba la puerta de la habitación. Aquellas palabras no me tranquilizaron nada. Un año antes, justo por la misma fecha, habíamos sufrido un aborto, y aunque fue una situación totalmente diferente, el miedo y la tristeza se apoderaron de mí. 

La espera se me estaba haciendo eterna, los segundos se convirtieron en minutos y los minutos en horas. Estaba tan impaciente como nervioso, por lo que mis emociones y mis sentimientos estaban a flor de piel.  Tras varias vueltas sin rumbo por la habitación, recordé que en la mochila tenía un libro, lo había cogido antes de salir de casa para amenizar las posibles esperas. Era un libro basado en las experiencias reales de una enfermera que se dedicaba a los cuidados paliativos en enfermos terminales, los cuáles, antes de morir, compartían con ella sus remordimientos, ese tipo de cosas de las que uno se arrepiente y de las que ya es demasiado tarde para cambiar tanto si se hicieron como si no. Entre sus páginas leía una confesión que le hacía uno de sus pacientes antes de morir: «Ojalá no hubiese trabajado tanto. Los niños son más felices cuando pasan más tiempo con sus padres, no cuando tienen más juguetes». Aquellas palabras me emocionaron y me desgarraron el alma por igual. Mis emociones me hicieron verme reflejado en aquella persona, ese podría ser yo en el futuro, postrado en mi lecho de muerte y arrepintiéndome de haber cambiado más tiempo del necesario, por dinero innecesario. Y aunque resulte evidente, es importante recalcar que por muchos juguetes que tenga un niño, jamás podrán sustituir la ausencia de un padre o una madre. 

Cerré el libro y miré a mí alrededor, no había nada ni nadie en esa habitación. Sentí el vacío y la soledad como nunca antes hubiera imaginado. De alguna manera, sentí que aquellas palabras eran una premonición. Llevaba unos meses dándole vueltas a la cabeza sobre mi trabajo y sobre si este era el más adecuado. Trabajaba en una multinacional, tenía un buen puesto en el que el salario estaba muy por encima de la media, acompañado también de un buen coche y otra serie de beneficios que hacían de este, aparentemente, un trabajo envidiable. Pero como todo en la vida, no es oro todo lo que reluce. También estaba muy por encima de la media en falta de conciliación personal, en las reuniones y las llamadas a deshoras, en las jornadas de trabajo interminables, y sobre todo, en la falta de inteligencia emocional de aquellas personas que ejercían como jefes en lugar de líderes y cuyas decisiones influían no solo en mí, sino también en todas las personas que me rodeaban, desde compañeros de trabajo hasta mi familia. El trabajo estaba absorbiendo toda mi vida por completo, y aunque ese trabajo me permitía ganar mucho dinero, ¿a qué precio lo estaba haciendo? ¿De qué sirve ganar dinero si no hay tiempo para disfrutarlo? Aunque resulte evidente, el dinero todavía no ha conseguido comprar el bien más preciado y limitado del que disponemos los seres humanos, el tiempo. 

Mientras seguía reflexionando y aclarando mis ideas, de repente, se abrió la puerta de la habitación, era la matrona con mi hijo, lo dejó en mis brazos y nos dejó a solas en la habitación. El tiempo se detuvo. Fue un momento mágico. Aquellos ojos me estaban mirando fijamente, haciéndome sentir una emoción indescriptible en mi interior que nunca antes había sentido y que nunca olvidaré. Aquel día comenzó una nueva vida, la primera para mi hijo y la segunda para mí.

Lo que acabas de leer es el inicio del libro que escribí nada más nacer el niño. Un libro basado en las emociones y en la inteligencia emocional, escrito a modo de recordatorio, por si algún día, por cualquiera que sea el motivo, me da por olvidarme una vez más. Olvidarme de aceptarme tal y como soy, de mis emociones, de mis sentimientos, de mis sueños, de mis valores, de mis prioridades y sobre todo, de los míos y de mí. El libro se titula “QUERIDO YO: RECUERDA NO OLVIDARTE”.

En el escribí una serie de recordatorios que ninguno deberíamos olvidar y que a menudo olvidamos. Gracias a ese libro, mi mujer y yo decidimos volver a coger las riendas de nuestra vida. Ella relanzó su carrera, sin tener que renunciar a ella por ser madre y sin tener que renunciar tampoco al cuidado de nuestro hijo. Por suerte existen empresas que permiten conciliar, no era el caso de la mía. Por ello decidí renunciar a mi trabajo y dedicarme en exclusiva al cuidado de nuestro hijo y a seguir formándome. Hemos formado una familia en la que preferimos renunciar a cosas innecesarias a cambio de momentos necesarios. 

«Tenemos dos vidas, la segunda comienza cuando nos damos cuenta que solo tenemos una.»  Confucio 

1 comentario en «Renunciar a cosas innecesarias a cambio de momentos necesarios»

  1. Vivir no es un sacrificio cuando se toman decisiones que ponen en orden nuestras prioridades y se hace desde el amor.
    Una delicia leer tu testimonio Ruben de valentía.
    Gracias al espacio #mamiconcilia, por difundir esos ejemplares testimonios.

    Responder

Deja un comentario