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Del Afterwork al conciliawork – David Blay

David Blay Tapia

Nacido en 1978

Periodista. Director de Estrategias en Pasarela Comunicación y narrador en Radio Marca. Presentador del programa «El mundo que viene» en Radio Emprende.

1 hija (2012)

@davidblaytapia

http://davidblay.typepad.com

El periodismo es una profesión que requiere dos aspectos fundamentales: una buena gestión del tiempo (porque de lo contrario tus horarios se manifiestan en forma de montaña rusa) y un buen número de reuniones con gente que puede darte información. 

Habitualmente, la jornada laboral de los profesionales no liberales suele englobar un formato tipo de 9 a 14 y de 16 a 20 horas. Por lo que para reunirte con ellos dispones apenas de tres opciones: un desayuno tempranero, siempre que no tengan hijos que llevar al colegio. Quedar a comer, siempre que no tengan hijos a los que recoger, alimentar y hacer dormir la siesta, o tomar algo después del curro, siempre que no tengan hijos a los que bañar, realimentar y dormir. 

Habitualmente, sin embargo, se da la situación contraria: que eres tú el que tienes hijos y no puedes quedar en ‘circunstanciasnormales’, por lo que únicamente restan dos posibilidades. La primera pasa por dejar a los niños con alguien alegando el tan manido ‘es un tema de trabajo’. Y la segunda es llevártelos allá a donde vayas, con el consiguiente alargamiento del tiempo del encuentro o la imposibilidad de poder focalizarte en una conversación rápida y directa.

Supongo que en muchas otras ciudades ya ocurrirá, pero en Valencia (y especialmente en el renovado barrio de Ruzafa) estoy consiguiendo encontrar una tercera vía, que no sólo me permite mantener mi agenda sino también estar pendiente de mi hija Sofía.

He pasado de los pubs con gintonics o pintas de cerveza a las ocho y media de la tarde a las quedadas en lugares mixtos para adultos y niños después de merendar. Aquellos en los que puedes tomar algo tranquilamente mientras a tu alrededor existen suficientes elementos de diversión para tu retoño como para que se divierta, juegue y puedas tenerlo vigilado sin necesidad de estar encima. 

Ocurre además que otros progenitores, en idéntica situación, optan por arremolinarse en ese tipo de cafeterías, lo que provoca un efecto no planeado inicialmente pero absolutamente beneficioso para todos: que los nenes interactúen entre sí, lo que no sólo les divierte y entretiene a ellos sino tranquiliza a sus mayores.

Recuerdo mis dos primeras reuniones con mi hija: cuando tenía siete meses, junto a otro amigo periodista con la suya en un centro comercial. Aunque lo cierto es que se portaron magníficamente, porque todavía no caminaban y les hacías dos monadas en el carro y se entretenían, sobre todo por estar fuera de casa. Y cuando empezaba a andar en una heladería ‘al uso’, donde más que hablar con las personas con las que había quedado, acabamos comentando las monadas que hacía mientras intentaba frenar sus ansias de recorrer entero el establecimiento. Por no hablar de uno de los grandes clásicos: como no podía ser de otra manera, soltó un ‘regalito’ que culminó en su cambio en directo sobre el carro. Porque, por supuesto, el local no tenía cambiador en el baño. Y, más por supuesto aún, si hubiera dispuesto de él éste se habría ubicado en el lavabo femenino. Casi nunca se da por hecho que los padres también pueden y deben cambiar los pañales de sus hijos. Y luego pregonamos que España no es un país machista…

Al final, he acabado llegando a una conclusión: tienes la opción de abusar de los abuelos, sin duda. Pero no es una posibilidad si eres periodista. Porque nuestras reuniones aparecen de repente y pocas de ellas se pueden prever con horas o días de antelación, lo que imposibilita no volver loca a la gente de tu alrededor (que, dicho sea de paso, también tiene su vida, sus compromisos y sus horarios, aunque a veces no lo parezca). 

Pero también me he dado cuenta de una posibilidad de futuro. Más allá de ir localizando sitios por toda la ciudad que tengan la suficiente ‘buena presencia’ como para quedar con alguien ajeno a tu situación personal, le he visto incluso la vertiente emprendedora y empresarial.

¿Y si montamos una franquicia de bares donde en lugar de muchos camareros la gente esté contratada para entretener a los niños mientras tú te sientas a cerrar un negocio, a comer o a consultar un asunto de urgente actualidad con una de tus fuentes?

A nivel periodístico, además, seguramente pueda convertirse en uno de los mejores y más discretos lugares a los que puedas acudir. Porque, en realidad, apenas hay padres hoy día que se lleven a sus reuniones a sus hijos. Y difícilmente alguien de la competencia podrá descubrirte haciendo negocios allí. Porque para eso ya están los lugares de moda donde vas a dejarte ver. Y en esos, por norma, jamás se dispondrá de accesibilidad para que sea compatible el trabajo, la diversión y los niños.


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