Ya hemos hablado en este blog de la necesidad de deslinealizar los horarios. De que no tiene sentido trabajar de manera continuada cuando hay momentos en los que nadie nos llama ni nos manda correos electrónicos ni nos envía WhatsApp. Son esos, además, los momentos en que deberíamos poder aprovechar para hacer la compra, llevar a nuestros hijos al colegio o al parque o acompañar a nuestra madre al hospital. Y no pasaría absolutamente nada.
Quiero partir en este post de una base: ni los WhatsApp ni los mails se inventaron para ser contestados de manera inmediata. Si alguien tiene una urgencia te llama, porque no puede depender de que estés con cobertura o de no pillarte en una reunión para resolver un asunto laboral fundamental.
Y sin embargo, cada vez que en nuestra bandeja de entrada o en nuestro smartphone aparece un icono nuevo, solemos acabar dejando de lado aquello en lo que estábamos concentrados en aquel momento para ‘quitarnos’ de encima lo nuevo, sin pensar que realmente acaba ralentizando nuestro ritmo de trabajo.
Pongo un ejemplo centrado en lo personal. Imaginad que habéis quedado a comer con un amigo de 14 a 16 horas. En ese tiempo, aunque no lo parezca, se reciben muchísimas notificaciones si incluimos además las redes sociales. Si optamos por consultarlas o contestarlas, las interrupciones serán constantes y la conversación poco profunda y fluida. En caso de no hacerlo y dedicar tiempo a ello al salir del restaurante, tardaremos como máximo siete minutos en liquidarlo todo. Y lo aseguro así porque lo hago desde hace tiempo. Entre otras cosas, porque la mayoría de mensajes recibidos no son importantes ni relevantes.
Y ahora hago un recuento de horas reales trabajadas, tal como describimos en el libro ¿Por qué no nos dejan trabajar desde casa?, en una oficina de 9 a 20.
– Entrada a las 9. Primer café y comentario de la serie o evento deportivo de la noche anterior. -30 minutos
– 9:30 encendemos ordenador, vemos qué mails tenemos y trabajamos hasta las 11. +90 minutos
– Almuerzo a las 11. En teoría 30 minutos que se suelen alargar. -45 minutos
– Trabajo intenso de 11:45 a 13. +75 minutos
– Pico (demostrable) de entrada en redes sociales una vez terminado el trabajo de la mañana. -60 minutos
COMIDA
– Vuelta a la oficina a las 16. Café de la tarde con los compañeros. -15 minutos
– Trabajo intenso de 16:15 a 19 (en el mejor de los casos). +165 minutos
– Pico (de nuevo demostrable) de entrada en periódicos digitales y redes sociales. -60 minutos
En total trabajamos en realidad menos de cinco horas, donde NO HEMOS CONTADO las interrupciones, las llamadas, las reuniones, las salidas a fumar, los viajes al lavabo o los momentos en los que no entra nada en el correo.
Networking
Aplicado al teletrabajo, acabo el artículo con mi ejemplo. Cada vez quedo con más gente a diario (para los que insisten en que trabajar desde casa te hace un solitario), porque las relaciones personales y profesionales son mucho más importantes y fructíferas que las horas delante del ordenador. Con el móvil, desde cualquier parte, envío correos o respondo WhatsApp. Y al día dispongo de dos horas y media, puesto que llevo y recojo a mi hija del colegio, hago la compra, friego los platos, me voy a correr o salgo al parque.
Si, como hemos dicho, hay emails que mientras sean respondidos en el mismo día continúan teniendo vigencia, una repasada y contestación de 11 a 12 y otra de 18 a 19, con posibilidad de añadir tiempo cuando acuestes a los nenes de 21 a 22 SOBRAN para gestionarlo todo. Yo lo hago a diario. Y me siguen contratando.
PD.- Quedar con alguien es trabajar. Debe contar como hora u horas laborales, porque aunque estés tomando algo seguramente acabas consiguiendo más de esa persona al sacarla de su habitat habitual y conseguir que se relaje y te escuche mejor