¿Por qué las empresas tienen la manía de adueñarse de nuestro tiempo? ¿No tienen suficiente con las ocho horas de 24 que ya les dedicamos, un tercio de nuestro día? Solo pedimos ser dueños de nuestro tiempo, conservar nuestro derecho a decidir qué hacemos con él, a poder organizarnos a nuestro estilo, a hacer planes…a vivir.
Como os adelantaba la semana pasada, con la llegada de agosto, llegaba la verdadera jornada intensiva (de 8:00 a 15:00) a la empresa en la que trabaja mi marido, aunque teníamos pocas esperanzas de que se cumpliera, ya que están metidos en un proyecto importante, motivo por el cual nos quedamos sin vacaciones.
Inspirada en lo que allí pasa, porque pasa en muchos sitios más, os pongo un ejemplo de lo que sucede cuando una empresa se adueña de nuestro tiempo.
El mismo lunes, primer día de jornada intensiva, a las 13:00, convocan una reunión que dará comienzo a las 15:30 para terminar previsiblemente a las 17:00, sin que haya habido ningún tipo de imprevisto. Entonces, ¿por qué no convocan esa misma reunión dentro del horario laboral?
Mi marido es una persona responsable, comprometida con el proyecto y, hasta hace unos meses, incluso motivada. Como en teoría sale a las 15:00, nos levantamos una hora antes para que entre a las 8:00. Organiza su jornada repartiendo sus fuerzas para llegar en plena forma, dándolo todo y siendo productivo, hasta las 15:00. Cuando a las 13:00 le anuncian que tiene una reunión de 15:30 a 17:00, se viene abajo. Si lo hubiera sabido con antelación, no habría tenido inconveniente en quedarse en la reunión con una sonrisa, sin quejarse y para dar lo mejor de sí, como ha venido haciendo durante todo el mes de julio. Pero ya está cansado, como el resto de sus compañeros. Llevan todo el mes de julio sacrificándose, saliendo más tarde incluso que de costumbre, sin expectativas de tener vacaciones próximamente y, el primer día que parece que van a poder salir a su hora, a las 13:00, cuando ya todo el mundo se ha hecho ilusiones de que por fin se cumplirá la jornada intensiva, les convocan a la maldita reunión.
Tendrá que comer antes, la comida probablemente no esté todavía hecha en casa, se verá obligado a comer con sus compañeros… En el mejor de los casos, llegará a casa dos horas más tarde de lo previsto, se habrá perdido una vez más dos horas de estar con su familia, dos horas irrepetibles de su hijo y probablemente también algún plan que hayamos hecho en familia o con amigos.
Esta situación es absolutamente frustrante para un trabajador, que siente que le han arrebatado su vida, que ya no tiene tiempo para él, que no puede hacer planes porque lo más probable es que se vean frustrados. Y si es duro para una persona independiente, imaginad para alguien que además tiene un compromiso con alguien, su pareja, sus hijos, sus familiares o amigos…
No es nuestro caso, pero estas situaciones tienden a generar tensiones innecesarias en la pareja. Tienen menos tiempo para dedicarse, pero además el que tienen no lo aprovechan porque no pueden hacer planes, y cuando los hacen acaban quedando mal con familiares o amigos. Retrasos, anulaciones, ausencias…
Las empresas nos obligan a renunciar a nuestro tiempo, a nuestra vida, a nuestra familia… y eso va en detrimento de nuestra persona, y en consecuencia en detrimento de la productividad y del rendimiento de sus empresa.
Empresas, eviten las reuniones fuera de la jornada laboral. Si por lo que sea fueran necesarias, avísenlas con tiempo. Y si se tratara de un imprevisto, reconozcan que el trabajador le está haciendo un favor, agradézcalo y compénselo.