Hace ya más de un año que escribimos mensualmente en Mamiconcilia y, aunque hemos tocado de manera transversal el tema del teletrabajo, no hemos profundizado nunca en uno de los aspectos más difíciles de interiorizar para aquellas personas que se inician en esta práctica.
Se trata de algo tan simple como aprender a darte cuenta de que nadie te vigila. De que respondes por tu trabajo, no por tus horas. De que si llegas a un acuerdo con un cliente externo éste te pedirá resultados, no informes de presentismo. Porque, de lo contrario, habría buscado a alguien de manera interna.
Ten en cuenta dos cosas: a las empresas les sales más barato que un trabajador convencional, porque tú pagas tus prestaciones (autónomos) y en caso de no necesitarte después de un cierto tiempo pueden prescindir de tus servicios sin mayores traumas. Algo que puede parecer cruel, pero en muchas ocasiones mejora tanto su vida como la tuya. Hay proyectos que no dan más que para tres meses. Y si no fueras freelance, no tendrías opción alguna de optar a ellos. Y resulta que a veces, cuatro proyectos de tres meses se convierten en el sueldo de un año.
Como hemos dicho en alguna ocasión, nos han educado para sentirnos culpables. Para valorar a las personas que tenemos enfrente por si son ‘muy trabajadores’, no por si son ‘muy eficientes’. El lenguaje que usamos a diario denota la cultura adquirida. Y en la cúspide empresarial siguen mandando aquellos que se justificaban (y aún hoy lo hacen) por pasar 10 horas en la oficina porque traían el dinero a casa. Como si no pudiera hacerse en connivencia con el tiempo de tus seres queridos.
Lo más complicado es sentarse en casa un jueves de abril, ver cómo hace sol fuera, haber acabado lo que te habías marcado (IMPORTANTE. Tú marcas tus objetivos) y decidir que paras. O que ves una serie. O que te vas a hacer deporte. O que te duermes una microsiesta. Y cuando ese momento haya tenido lugar, no creer que un ojo invisible te vigila y te quitará el dinero que ganas porque eres un jeta.
Porque no lo eres. Hay cifras que dicen que entre absentismo, cafés, almuerzos, llamadas personales, gestiones privadas y consulta de redes sociales cada trabajador de oficina pierde casi 15 horas el mes. Y, todo sea dicho, me parecen pocas. Pero lejos de ponerle freno a esta situación (dejando a sus contratados irse pronto a casa, incentivando la flexibilidad laboral, premiando el trabajo bien hecho), los empresarios, en su afán de perpetuar el presentismo, fomentan que estas sigan aumentando.
Así que, si tienes la suerte de teletrabajar, de que personas externas te confíen proyectos y de poder demostrar tu productividad, VIVE. Si no ¿para qué sirve poder mandar un mail desde el móvil acompañando a tu hija al parque o tener una conferencia desde la tablet mientras viajas a otro país? ¿Por qué loamos la tecnología si no nos sirve para hacer mejor nuestra existencia?