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Pablo Macías Alba
Nacido en 1974
Socio fundador de Cuatro Tuercas. Director creativo.
2 hijos (2009 y 2011)
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Soy Pablo Macías. Soy Padre, y también soy persona. Soy hijo y fui nieto. Soy trabajador y soy pareja. Y soy todo esto… a la vez.
Parece algo de “perogrullo”, pero no lo es. En este mundo en que vivimos, nos esforzamos por construir parcelas estancas de nuestras diferentes facetas. Es como fabricar un poliedro de nuestra identidad y así conseguir fragmentarla. Pero no, oiga, yo soy YO. Completo. A mí no me gusta fragmentarme. Probablemente, este pensamiento es el que nos ha animado a inventarnos una vida a nuestra medida… que es una vida llena de pequeñas vidas independientes.
Vengo del mundo de la publicidad, el diseño y el marketing. Bueno, vengo y voy. Y estoy. Un lugar donde se segmentan los mercados, y donde casi me segmentan a mí. Pero no caí en la trampa, mi visión actual de este sector es más vivencial que comercial.
Comencé en una productora de eventos, hace ya 18 años, en el departamento de diseño y dirección de arte. Ahí eché horas. Vaya si las eché. Pero también las aproveché.
Tras unos 4 años allí, di el salto a una empresa de publicidad y marketing promocional. Allí estuve 7 años. Pasó de ser pequeña a multinacional, y sufrió varias fusiones durante mi estancia. En esos años me hice mayor a nivel profesional. Ocupé el puesto de director creativo. Pero no de jefe. Sino del que trabaja. Del que empuja. Y no siempre del que decide. Me gustaba mi trabajo, pero no la manera de ejercerlo.
Y fue también en esa empresa donde formé equipo durante varios años con la que actualmente es mi pareja, mi socia y mi complemento directo e indirecto: Belén.
En 2007, cansadxs de procesos absurdos, reuniones innecesarias, pérdidas de tiempo y demasiados jefes que opinan sobre tu trabajo y son capaces de cargárselo en 1 minuto por un criterio que ni comprendes ni compartes, decidimos montar nuestra propia empresa: Cuatro Tuercas.
Lo que en un principio era una miniempresa de diseño y publicidad, se convirtió en un proyecto vital. Una empresa donde nosotrxs dos proponemos, decidimos, opinamos. Donde no existen horarios, sino trabajo que se empieza y se termina. Donde a veces no existe oficina, sino portátiles, móviles y wifi. Donde nuestrxs clientes suelen convertirse en amigxs, porque no trabajamos para ellxs, sino con ellxs, nos involucramos y formamos equipos de trabajo conjunto, pensamos en lo mejor para sus necesidades, no para las nuestras.
Y además, Cuatro Tuercas es el lugar desde el que lanzamos nuestros propios proyectos personales, esos que dan poco dinero pero que alimentan el alma…. algo imprescindible para ser feliz.
Dentro de este contexto, en enero de 2009 nació Violeta, nuestra hija. Coincidió con lo más duro de la crisis para nuestra empresa. Pero en vez de agobiarnos por el poco trabajo, decidimos aprovecharnos de la situación para disfrutar plenamente de ella. Y así fue.
Cuando te conviertes en padre o madre, aprendes a optimizar tu tiempo de manera mucho más productiva, y las siestas de Violeta nos proporcionaban el tiempo suficiente para sacar el trabajo que por aquel entonces teníamos.
En diciembre de 2011 nació Nico. Y no solo continuamos con la misma dinámica, sino que la perfeccionamos. Y completamos las cuatro tuercas.
Ninguno de nuestrxs hijxs ha ido a guardería. Han estado siempre con nosotros. Y trabajamos desde casa. Así que hemos creado un equilibrio permanente entre la vida laboral y familiar. Esa es nuestra forma de vida. Trabajo y familia unidos, mezclados y combinados. Para mí, esa es la verdadera conciliación, más allá de los horarios racionales (que son necesarios) y los extensos horarios de las guarderías (que nunca han pisado ni Violeta ni Nicolás, pero que cumplirán su función para otro tipo de vidas). Quizá nuestro sector permita este tipo de conciliación. Porque, si es verdad que es uno de los más exigentes, también es uno de los que más flexibilidad permiten. Y el hecho de disponer nosotrxs de nuestro tiempo, lo hace posible.
No sabemos si la crisis pasó poco a poco, lo que sí sabemos es que nuestra empresa remontó. Y ya llevamos varios años con un volumen de trabajo considerable. En ocasiones, hasta roza lo excesivo. Y seguimos con nuestro delicado engranaje de familia y trabajo combinados en un mismo espacio.
¿Cómo lo conseguimos? La verdad es que ni yo mismo lo entiendo a veces. Supongo que el gran truco es que nos gusta lo que hacemos. Casi no lo consideramos trabajo porque es vocacional. Y lo disfrutamos tanto como la vida en familia. Está integrado en nuestro día a día. El caso es que lo hacemos, y lo hacemos bien.
Pero conciliar, conciliamos. A veces hemos ido a reuniones de trabajo con lxs peques. Sí, con clientes. Hemos trabajado desde el parque, hemos hablado por teléfono mientras les columpiamos o jugamos a los coches, aprovechamos cada rato que están entretenidxs, y a veces alargamos las noches hasta que se nos cierran los ojos. Compartimos nuestro trabajo con ellxs, y nos dan su opinión. Nos gusta que participen y se involucren. Como ejemplo práctico, confesaré que el último retoque de este texto lo estoy haciendo de madrugada, con Violeta dormida al lado. Y mañana iremos todos a los columpios. Hay zona wifi, y mientras ellxs juegan, yo lo enviaré con el portátil.
Durante el “curso”, 3 mañanas a la semana viene Ana, una chica maravillosa que entiende a la perfección nuestro estilo de vida y de crianza, y cuya principal misión es jugar con Vio y Nico. Ese es nuestro momento para reuniones fuera, o presentaciones de proyectos. Cuando hay apretón de trabajo de los de verdad, nos organizamos como podemos. Normalmente uno está con lxs peques mientras el otro avanza el trabajo y viceversa. Pero somos capaces de optimizar el tiempo efectivo de manera que a veces asusta. Lo que más nos complica es cuando las reuniones o las presentaciones tienen que ser por la tarde o algún día que Ana no viene. En ese caso no nos queda más remedio que tirar de abuela. Pero son los menos.
Soy consciente de que nuestro estilo de vida es diferente. A mucha gente le sorprende. Otros simplemente creen que es imposible. Algunos sienten envidia y otros creen que estamos locos. Algunos piensan que estamos todo el día trabajando y otros creen que no trabajamos nunca. Porque nuestro trabajo está muy diluido en el resto de nuestra vida. Totalmente incorporado a ella.
Entiendo que es difícil llegar a plantearse un estilo de vida así, sobre todo si se mira desde un trabajo de 8 horas al día y por cuenta ajena. Nadie en su sano juicio dejaría hoy por hoy un trabajo estable para lanzarse a la piscina sin saber si recuerdas como se nada. Pero, nosotrxs lo hicimos. Renunciamos a un trabajo y a un sueldo buenos (a 2 para ser exactos) para inventarnos una vida diferente. Nos paramos, reflexionamos, y decidimos. Apostamos, elegimos… y de momento nos ha salido bien. A veces, lo bueno está ahí fuera, solo hay que querer cogerlo, aparcar el miedo y dar el paso.
Ojalá nos dure toda la vida.
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