Cada cierto tiempo sale un estudio recurrente que afirma que los jóvenes comienzan a beber a los 12-13 años. Cada vez más pronto, dramatiza el presentador del informativo, sobre todo si es Piqueras. Y eso que la edad de consumo de alcohol no se mueve desde hace décadas.
Digo esto porque con una edad aproximada a esa probé por primera vez la cerveza y aquí estoy, padre de dos niños y con una vida «formal». Lo más loco que suelo hacer en mi día a día es tomarme una clara, como la amiga de Heidi. En fin, ruego me perdonéis porque hace unos días que he salido de mi zona de confort y todavía estoy en «shock» al descubrir que aquí fuera se está mejor. Ya lo contaré en otro post.
Lo que quizá sí sea novedoso en relación al alcohol y los jóvenes es el concepto de exceso, de falta absoluta de límites. Digo esto porque el botellón siempre ha existido.
Cuando yo era joven, lo hacíamos el día que había fiesta en el instituto. La diferencia con entonces es que no era tan masivo como para que el ayuntamiento habilitara una explanada inmensa, ni tampoco nosotros teníamos como objetivos ni el coma etílico, ni las ocho de la mañana cada vez que se producía tal acontecimiento.
Pongo este ejemplo del alcohol como síntoma claro de una generación que parece no tener freno en determinados temas, es decir, como si les faltaran los valores que se suponen que les han inculcado sus padres cuando eran niños.
La programación de ese «sistema operativo» suele abarcar desde el nacimiento, hasta los seis u ocho años aproximadamente en el que la sociedad comienza a influir decisivamente en nuestros hijos. Es en esos años iniciales cuando los padres tenemos la oportunidad de dotar a nuestros hijos de unos pilares morales y éticos. Cuando podemos de verdad construir los dos dedos de frente que van a necesitar en la vida.
Porque no podremos evitar que un porro caiga en sus manos, tampoco que un mini de cerveza transite por su garganta, que un vídeo porno aparezca en su móvil o incluso que se vean expuestos a la invitación de consumir drogas duras. El helicóptero nunca es efectivo y a estas edades no sabe ni por dónde se anda.
Entonces, ¿por qué parece que está fallando el sistema operativo de los jóvenes de ahora?
Quizá porque estamos ante la primera generación que ha sufrido de forma brutal la falta de conciliación de sus padres en su vida laboral y personal.
Niños que durante la etapa de meterles el «software» de los dos dedos de frente, no tuvieron a sus padres de forma significativa en sus vidas. A cambio, fueron criados por los abuelos, por personal pagado o sencillamente, entretenidos con deberes excesivos y clases extraescolares que nunca pidieron cursar.
Por eso, cuando les llegan determinados estímulos como el alcohol, el tabaco o las drogas de otro tipo, no son capaces de filtrar y decir «No» o al menos, saber moderar ese consumo. El resultado es que cada día que salen de fiesta, es una Nochevieja de las nuestras.
También afecta a otros ámbitos como cuando analizamos el lenguaje y argumentos que utilizan Youtubers de éxito, que tienen una legión de seguidores que llenan pabellones para verlos.
Hablando de fans, que siempre los ha habido, yo no recuerdo que nadie de mi generación hiciera cola desde agosto para ver a Justin Bieber en concierto en noviembre. Visto esta misma semana en las noticias.
Para poder perpetrar semejante hazaña estos fans, ¿han puesto su vida en pausa… o simplemente no pudieron ser educados en el sentido común por unos padres ausentes por la falta de conciliación?
Control, Alt, Suprimir. Hay que reiniciar el sistema.