Con motivo del inicio de curso publicábamos un post de nuestra colaboradora Patricia Linares sobre el periodo de adaptación escolar. En él se preguntaba por qué dejamos solos a los niños en los primeros días de colegio. “Los períodos de adaptación de las escuelas, en su mayoría, no existen. Simplemente le llama así al período que los niños necesitan para resignarse a que esto es lo que hay”.
Cuando leí el artículo de Patricia, faltaban 8 días para que mi único hijo empezara el cole en un centro de enseñanza en el que no hay periodo de adaptación. La experiencia está siendo dura, triste, frustrante e indignante.
Cuando no hay periodo de adaptación escolar
Allá por junio, cuando hicimos la matrícula, pregunté en secretaría si había periodo de adaptación, sin saber muy bien qué suponía tenerlo o no. Era una de las preguntas típicas en las jornadas de puertas abiertas y, dado que en este colegio nadie la había hecho, la hice yo. Conocía la experiencia de los padres agobiados para hacer compatible el periodo de adaptación escolar con el trabajo, pero no el trauma que supone para los hijos el que no haya periodo de adaptación.
La respuesta fue tajante: “No hay periodo de adaptación. Pero tranquila, lo vas a pasar tú peor que él”.
El primer día pudimos acompañarle hasta la clase y estar con él 10 minutos. Había profesores de secundaria (que además habían sido profesores míos) apoyando a su tutora y se quedó más o menos tranquilo.
Los siguientes cuatro días solo hemos podido acompañarle hasta el patio, donde le recogía un profesor de otro curso y le llevaba hasta su clase.
Estos cinco primeros días ha tenido cinco horas seguidas de clase, con un recreo de media hora en la primera mitad de la mañana. Hoy empieza el cole mañana y tarde, tres horas y media por la mañana y dos por la tarde.
Los tres primeros días le dejamos tranquilo y le recogimos en un mar del lágrimas, hasta el punto de que el segundo día mandamos una carta a la profesora en la que le contábamos que trabajamos en casa y que no dudara en llamarnos si le veía muy mal para que fuéramos a buscarle antes. No queríamos que la profesora se cohibiera si consideraba que necesitaba nuestra ayuda porque para la mayoría de los padres recibir una llamada del colegio supone afrontar un marronazo en la empresa.
Ese día, al acabar la jornada, cuando ya estábamos con el peque comiendo en casa, me llamó la profesora. Me comentó que hasta las 12 de la mañana nuestro hijo aguanta bien pero que a partir de esa hora se pone a llorar y ya no juega. Todos los días nuestro hijo sale del colegio diciendo que está triste porque echa de menos a papá y mamá. Nosotros le hemos contado que su profe es como una mamá en la que puede confiar y pedirle todo lo que necesite, pero claro, esa mamá tiene 24 niños más.
¿Cómo se apaña una profesora con 24 niños?
Como comentaba antes, durante los primeros dos días tuvo apoyo de los profesores de secundaria. A partir del tercero, y hasta dos semanas después aproximadamente, poniéndoles dibujos animados en las pizarras digitales, según ella misma me comentó.
De la tristeza a la indignación
Hasta esa conversación telefónica el periodo de adaptación estaba siendo duro porque recogíamos al peque llorando todos los días, repetía varias veces a lo largo de la tarde que estaba triste por no vernos y al día siguiente no quería ir.
A partir de esta conversación pasé de la tristeza por ver sufrir a nuestro hijo, a la indignación por aceptar como única opción la inexistencia del periodo de adaptación, negar la incorporación progresiva y la presencia de personas de confianza durante los primeros días, para acabar enchufando a los niños a la tele, algo que nosotros hemos evitado con nuestro hijo durante los primeros 3 años de vida.
La tele como educador
Existen numerosos estudios que demuestran los efectos negativos de la exposición prolongada (más de 20 minutos) a pantallas en edades tempranas. Hay múltiples motivos pero el menos discutible de todos es que las pantallas privan a los niños de hacer cosas más enriquecedoras para ellos, como jugar, correr, cantar, bailar, relacionarse… Y en este caso está claro y es indignante: están privando a mi hijo de la compañía de sus padres (que podrían ofrecerle su tiempo y es lo que necesita al menos desde las 12 de la mañana), de ir al parque, de leer un cuento o de jugar con sus cosas para ver la tele.
Otro tema son los contenidos que ven. En casa empezó viendo Pocoyó, con quien aprendió sus primeras palabras. También nos gustaba Caillou, porque transmite la importancia de la familia y la amistad. Después, La casa de Mickey Mouse, con quien interactúa y ha aprendido frases hechas y expresiones más complejas. En esta última etapa hemos sumado, cómo no, La patrulla canina, que creemos transmite la idea de ayudar al resto y del trabajo en equipo.
Siempre ve los dibujos animados acompañado. Así podemos supervisar que los contenidos son aptos para su edad, explicarle aquello que no entiende y recurrir a ellos como herramienta educativa para contarle luego otras cosas. Estos día en el cole nadie acompaña de forma activa ese visionado y por lo que cuenta ve todos los dibujos animados del mundo.
Los niños, las principales víctimas de las dificultades para conciliar
Lo que más rabia me da de todo esto es que, como nos contaba Patricia en su artículo, el periodo de adaptación se suprimió en 2006 desde el Gobierno con el objetivo de “mejorar la conciliación de la vida familiar y laboral”, primando una vez más los objetivos de las empresas frente a los de los niños (lógico, los niños no votan).
Para hacer un periodo de adaptación respetuoso para el niño hacen falta dos cosas: acompañamiento de una persona cercana hasta que coja confianza e incremento progresivo de tiempo en el cole. Y estas dos cosas son incompatibles con la rigidez de las empresas españolas. Por eso asumimos que es lo que hay, nos resignamos y nos consolamos unos a otros pensando que el cole es lo mejor para el niño, que el periodo de adaptación son solo unos días, que los niños a todo se adaptan, que nosotros también pasamos por eso y tan mal no hemos salido y que con esto aprenderán las primeras lecciones importantes de su vida: no eres único y no siempre se hará lo que tú quieras.
¿Qué soluciones proponemos?
En nuestra opinión el periodo de adaptación debería ser voluntario, pero no a elección del colegio, sino de los padres y en función de las necesidades del niño.
Para que esto sea posible, las empresas deberían ser más flexibles durante los primeros días de colegio, con horario de entrada flexible y posibilidad de teletrabajar en los momentos de mayor disponibilidad de los padres trabajadores, deslinealizando el horario.
Aquellos padres que no puedan o no quieran aprovechar el periodo de adaptación para allanar el camino a sus hijos, no tendrán problema porque el colegio, con el apoyo de los padres que sí pueden y quieren (como nosotros), se harán cargo, sin tener que recurrir a la tele para tranquilizar o aborregar a los niños.
Recordamos que educar a los ciudadanos del futuro debería ser una labor social y no recaer exclusivamente en los padres.
Post Scriptum
Este post no es una crítica al colegio al que va mi hijo (el mismo al que fui yo y que hemos elegido voluntariamente), ni a su tutora (que ha tenido detalles que apuntan a que será un cielo) sino una crítica al sistema que sitúa en el centro a las empresas y se olvida de las personas y más en concreto de los niños que, insisto, son los ciudadanos del futuro, los que pagarán nuestras pensiones si es que sigue existiendo el sistema de pensiones, los que nos curarán cuando estemos enfermos y los que decidirán el futuro de nuestro país entre otras muchas cosas.